Un cuento, cuatro finalistas del Walsh y tres exploradores de las tinieblas de lo humano
2021-07-16
Apretada maratón de presentaciones, ayer, en la Carpa del Encuentro, donde la programación comenzó a las 18:00 con La hormiga Rabanilla en el campo de fútbol más feliz, de Berna González Harbour y Antonio Acebal, un cuento editado por la oenegé Medicus Mundi y que pone el foco en la situación de la infancia con discapacidad en el continente africano, más concretamente en Mali, con una serie de fichas didácticas con propuestas de actividades. González Harbour lo escribió y Acebal fue su ilustrador. Trabajaron, explicó González Harbour, sobre un «material durísimo», que fue «duro» convertir en «algo digerible»; un desafío que los autores resolvieron espléndidamente.
A las 18:30, turno para Malasangre, de Michelle Roche, que acompañada por Rakel Suárez presentó esta novela cuya trama comienza en Venezuela, en el año 1921, cuando Diana, la hija de catorce años de una familia de arribistas de Caracas, descubre que ha heredado la hematofagia de su padre, prestamista y hacendado, ocupaciones que desempeña gracias a su relación con la dictadura de turno; y la enfermedad la inclina a la violencia contra algunos hombres y la aleja de su madre, de estrictas convicciones católicas: un libro, reza su sinopsis, «seductor, envolvente y perturbador sobre la rebeldía y la transgresión». De él comenzó por explicar Roche cómo surgió a partir de una «necesidad de comprender la identidad venezolana en el contexto de la identidad latinoamericana», y también de explorar, en tanto que novela histórica, la época en la que se descubrió el pozo que reveló «la enorme potencialidad económica que tenía Venezuela como exportadora de petróleo», lo que fue «la verdadera gran revolución del país: no dejen», conminó Roche, «que nadie les diga que hubo otra más grande, porque ésa hizo de un país rural, de la noche a la mañana, un país completamente rico y cambió completamente la psique del venezolano, la psique del pueblo. De alguna manera, nos convirtió como sociedad en los vampiros del subsuelo».
De unos vampiros a otros. A las 19:00, la Carpa del Encuentro pasó a acoger a Mabel Lozano, Pablo J. Conellie y su PornoXplotación, una dura obra que ha merecido ser finalista al Premio Rodolfo Walsh por su valiente denuncia de los horrores de la industria del porno: «un fenómeno peligroso», aseveró Lozano, «que deja víctimas de un lado y del otro de la pantalla». De un lado, «muchas mujeres y muchas niñas», mucha «carne fresca, carne para la picadora» para satisfacer una insaciable necesidad diaria de rostros nuevos. Del otro, niños que, en un país «muy pudoroso» en el que «no se habla de sexo», acceden cada vez más jóvenes, pues «todos llevamos un pequeño cine porno en el bolsillo», a una pornografía «muy violenta, muy accesible y muy aceptada».
Mabel Lozano dio paso a otra finalista del Premio Rodolfo Walsh, Noemí Sabugal, y a su Hijos del carbón, un libro de viajes que recorre las antiguas comarcas mineras de España para tomarle el pulso a su historia, su declive y sus esperanzas, y que presentó acompañada de su editora, Pilar Álvarez. Un libro «coral, un libro de voces, una historia colectiva que solo podía contarse colectivamente» y la cuenta «a través de sus protagonistas; de los mineros, de las mineras, de las carboneras, de los trabajadores de las centrales térmicas, de los vecinos de las cuencas mineras», tal como lo describió Sabugal, deseosa de «que aquí se guardara una memoria transmitida por ellos mismos, por los propios habitantes de las cuencas mineras, que siguen haciendo su propia historia».
Enric Juliana, también finalista del Walsh, fue el siguiente autor en hacer uso de la Carpa del Encuentro, en este caso con Aquí no hemos venido a estudiar, un ambicioso libro sobre el tardofranquismo que parte de una discusión que se celebra, en diciembre de 1962, en la prisión de Burgos, donde seis presidiarios, miembros del comité del Partido Comunista de España en la prisión, discuten sobre el aparente tambaleamiento del régimen. Como explica la sinopsis de la obra, los presos «intuyen que algo está cambiando, pero llegan a conclusiones distintas»: acelerar la lucha, liderar una oleada de protestas desde el interior del penal, convocar huelgas de hambre y desafiar a la autoridad cada día o prepararse intelectualmente para la libertad y una resistencia a largo plazo. Un libro sobre «gente de hierro; gente que estaba fabricada con materiales distintos», como la encomió el periodista, que recordó, entre ellos, a un asturiano de adopción: José María Laso, preso también en Burgos y que en un lugar que «no era una universidad, ni un ateneo, ni una zona de libre discusión», fue el principal artífice de la creación de «unas estructuras de estudio muy importantes, que hoy causan impresión», y llegó hasta el punto de fundar una tertulia literaria. Aquí no hemos venido a estudiar es también un libro sobre la Transición y sobre cómo «básicamente la democracia se asentó en España porque los trabajadores españoles decidieron sacrificarse para que la democracia se asentase», aseveró Juliana.
Elia Barceló fue la siguiente invitada a la Carpa del Encuentro. Acompañada de Jesús Palacios, presentó La noche de plata con la colaboración del Aula de Cultura de El Comercio: una novela negra, la más ambiciosa de la autora desde El color del silencio, con la desaparición de una niña en un mercadillo de Navidad en Viena en 1993 y la aparición de un esqueleto infantil en el jardín de una casa de las afueras en la misma ciudad en 2020 como eje de la trama. Barceló deseaba hurgar en el horror, relativamente silenciado, de que «hay un montón de niños que desaparecen y que desaparecen para siempre»; en cómo puede suceder que «de repente desaparece un hijo, una nieta, una sobrina, y nunca más vuelves a saber qué ha sido de esa persona; que te acuestes todas las noches pensando ¿dónde estará? ¿Seguirá viva? ¿Me llamará cuando se acabe el día?».
Las 21:00 fueron el turno del cuarto nominado al Premio Rodolfo Walsh: Mariano Sánchez Soler, autor de Los ricos de Franco, a quien acompañó Alejandro Gallo para presentar este libro prolijamente documentado que desentraña el modo en que se amasaron las grandes fortunas amasadas durante el franquismo en los círculos próximos a la familia directa de Franco, y cómo los March, los Fierro, Koplowitz, Coca, Banús, Aguirre o Carceller continúan hoy entre las familias más ricas de España, y ocupan un papel dirigente en la sociedad. «Sería una ingenuidad», expuso Sánchez Soler, «pensar que una dictadura como la franquista se basaba exclusivamente en la figura del general y su tropa». Su libro trata de «ampliar el espectro» para delimitar todo «un sistema económico-político que es el que posibilita que la dictadura de Franco dure cuarenta años»: los financieros financiaban a cambio de prebendas que engordaron las que hoy siguen siendo las grandes fortunas del país.
Finalmente, a las 21:30, Guillem Morales cerró la programación en la Carpa del Encuentro presentando, acompañado por Carolina Sarmiento, su El accidente de Lauren Marsh, primera novela de este director de cine y guionista: una reflexión sobre la soledad, la culpa y el aislamiento en una gran ciudad que cobra la forma de un original y demoledor thriller de ritmo absorbente, trama retorcida y final sorprendente. Todo comienza cuando Lauren Marsh sale a correr, como cada mañana, y cae en un socavón mal señalizado en las obras de reforma de la urbanización Century Europa, donde reside. Los personajes de la obra «están muy solos y tienen un punto destructivo», explicó Morales: la novela «habla de la construcción y la destrucción», explicó. «Yo quería hablar de la destrucción y quería hacerlo sin que tuviéramos un final con mucha luz», compartió con el público: «hacer un personaje que no evolucionara hacia la luz, sino que evolucionara hacia la oscuridad, y no hacer ninguna historia de superación, sino una historia de un descenso hacia un sitio muy oscuro».