Libros para crecer y pensar
2024-07-08
La Palabra será de los jóvenes o no será. Por eso ayer nuestra carpa homónima se llenó de literatura infantil y juvenil, de charlas sobre los dilemas a los que se enfrentan las generaciones últimas. Arrancó el tinglado a las 18 horas, cuando, bajo un sol de justicia, Miguel Rojo presentó la que es su primera novela juvenil, La Colina del Minotauro, una obra para reflexionar y promover la conversación entre hijos y padres porque, como dice su autor, la literatura para las generaciones más jóvenes ha de entretener, pero, sobre todo, hacer pedagogía. La colina del Minotauro es una invitación a reflexionar sobre la violencia de ETA, lo que chocó contra los propósitos de algún que otro «departamento de idoneidad» de las grandes editoriales. «¿Por qué no cambias la ubicación?», le sugirieron algunas: Bilbao por Belfast. Que alejase el problema; que metiese en una jaula, o en formol, la inocencia del lector adolescente. «Me negué en redondo a hacer estos cambios y yo quedé desmoralizado tras esta situación», dijo, antes de agradecer el mimo con el que Pintar, Pintar, la editorial que finalmente aceptó la propuesta.
Se propone Rojo no olvidar el pasado, presente hoy en muchas partes del mundo. En el caso de Iñaki, el muchacho protagonista, la inocencia se pierde abruptamente después de que su padre sufra un atentado terrorista. «El descubrimiento del horror de un crío de doce años que vive feliz: esas son las miradas que cambian el mundo». La resiliencia juvenil, su «capacidad de transformar el mundo», se traslada a la novela por medio del viaje del protagonista a Creta, el lugar donde Miguel Rojo vivía mientras escribía la historia, y de su amistad con el hijo de otra víctima del terror, en este caso la dictadura argentina.
Rafa Testón, que ayer recomendaba desde estas páginas, precisamente, La colina del Minotauro, asoció las aventuras a todas aquellas series como Los Hollister o Los Cinco. La literatura juvenil, aquella «que también pueden leer los niños», como recordaba el librero, no solo enseña a amar la lectura, sino que facilita las relaciones de los niños y los adultos, «muy bien trabajadas en esta novela». La presentación duró media hora que se quedó corta y llenó la carpa hasta la barrera. Miguel Rojo aseguró que no tenía intención de continuar esta historia, escrita hace ya veinte años, a no ser que el público se lo rogase. A tenor de la concurrencia, se lo va a tener que plantear.
La escasez de agua en el poblado de las sabias N’Wone, es el esqueleto de Los mapas del agua, de Ricardo Gómez, presentado a las 18.30 horas por Pedro Gilthoniel. «Hoy tenemos fuego y tenemos una caja de cerillas; antiguamente no», reflexionó el autor, quien, como Rojo, se atreve a afrontar un tema duro para contárselo a los más pequeños en la obra con la que consiguió el XXI Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil. La protagonista, Nanga, lleva sobre sus espaldas ser la heredera de las mujeres poderosas que las precedieron y que han desaparecido antes de que ella tenga la suficiente edad como para poder resolver el problema. Tras Ojo de Nube, la obra con la que obtuvo el Premio Barco de Vapor en 2006, Gómez vuelve a buscar paisajes exóticos para ambientar sus historias, si bien apunta a que, en el fondo, «no somos tan distantes, porque compartimos el aire, el agua y, a veces, también el viento».
Andaba entre el público, entusiasmado en primera fila, Paco Abril. «Cuando la madre le hace saber que algo es miedo, que algo es ira, crea también un mapa de sentimientos», apuntó el gijonés, aludiendo a uno de los puntos clave del cuento. En Los mapas del agua, los mapas cobran una importancia vital, como también en la vida. «Nunca se puede decir: ya me conozco ese mapa, ya lo se todo»
Las ilustraciones de Los mapas del agua son de Laia Pamplols.
«Una persona de Barcelona se muda a Madrid. Fin». Esa es la catárquica sinopsis de Los ocasiones, la novela de Rubén Lardín que presentó ayer un reptiliano bajo la piel humana del pobre Jesús Palacios. Pero no se lo crean: no hubo nada de fin en esta charla en la que llegó a debatirse sobre el sentiso original de la palabra ensayo, según Montaigne. «El ensayo ahora es alguien queriéndote convencer de algo», afirmó Lardín, y las del público nos pusimos a asentir como locas. Por el contrario, según Palacios, «es un ensayo de intentar algo nuevo».
Para Lardín, «la literatura es expresión personal; si luego sirve como entretenimiento o escapismo bienvenido sea, pero no hay nada premeditado». En Las ocasiones el autor reflexiona, en un auténtico ensayo «amoral», según Palacios, sobre la vida y la cultura; un trabajo que no afirma sino que invita a discutir con los muertos. Adora Lardín los géneros, pero se excusa en no saber abordarlos, y de ahí esta aventura basada en la forma, profusa en metáforas y en belleza.
A las 20 horas, lleno total para la primera mesa redonda del día, Jóvenes y salud mental. Rompiendo barreras.Estuvieron Ángel Iglesias, Purificación Estrella Saavedra, Enrique Iglesias y Olaya Rosell, pero, como ven en la foto, no cabía ni un alfiler más y nuestro fotógrafo semanero, Pedro Timón, las pasó canutas para poder sacar la estampa; a esta que les escribe le fue, literalmente, imposible acceder al interior de la carpa.
La segunda de la tarde, Gijón, espacio juvenil. Generación X vs Generación Z, con Rocío Álvarez, Sergio Morais, Nuria Tuero y Ariane González, confrontó diferentes visiones sobre los más jóvenes. Allí defendió Morais el concepto de generaciones con el objetivo para agrupar características y problemáticas comunes, lejos de entenderlo como una lucha generacional y, mejor, como forma de visibilizar los problemas. Los fundamentales, para Nuria Tuero, de 17 años son actualmente el de la vivienda y el de la Universidad, «estancada en las mismas carreras que había en los 80». En lo que no estuvieron de acuerdo fue en la ideología predominante entre los Z. Para Morais, el pensamiento conservador se vincula más a las generaciones mayores porque estas, al menos, «tienen algo que conservar». «[Nosotros] no tenemos una casa, no tenemos una manera de poder independizarnos, no tenemos un trabajo», defendió, y negó, también, que el voto de la extrema derecha sea mayoritario entre los jóvenes. «Cualquier persona que vaya al instituto y hable con los alumnos hombres, puede encontrar potenciales votantes de Vox», contraargumentó Tuero. Un debate, en cualquier caso, fundamental para comprenderles; fundamental para comprendernos.
Remató la jornada con la tercera mesa redonda del día, moderada por Carmen Saras y en la que participaron Miguel San Miguel y Santiago González. «Un futuro en paz para el pueblo palestino» sirvió como recordatorio de que «el genocidio no empezó en octubre», afirmación de Saras largamente argumentada, después, por Miguel San Miguel, quien ofreció una primera aproximación al contexto histórico de Palestina. «Estamos viendo cómo se está masacrando y no pasa absolutamente nada», afirmó. Haremos que pase. O lo intentaremos. Esto es solo el inicio de una Semana Negra de revindicación y lucha.