Gloria a los luchadores, muerte a los represores
Pablo Alcántara Pérez
2022-07-12
Parafraseando libremente una frase de una canción de los Chikos del Maíz (que uno es historiador pero también le gusta un buen concierto) quiero hablaros de la importancia que tenemos los historiadores en los debates de la actualidad, y más en este país donde se ha ninguneado u oscurecido parte de nuestro pasado para ensalzar y blanquear otra parte, en pos de la gloria nacional.
Los temas que he tratado tanto en mi tesis doctoral, como en mis dos libros (La lucha contra el franquismo en Asturias y La Secreta de Franco, que presenté ayer en la Semana Negra) están relacionados con esas zonas oscuras de las que durante décadas y décadas no se ha podido y luego querido hablar, ya fuera por miedo, por desinterés, por falta de convicción política. En concreto, sobre la Brigada Político Social, la policía política de la dictadura franquista, que a base de inspecciones, detenciones, torturas, ostias, insultos, fueron la salvaguarda de las esencias del régimen franquista y de mantener la paz social durante cuarenta años.
Pero ¿más allá de a cuatro historiadores o aficionados al franquismo, esto le puede importar a alguien? Rotundamente sí. Y no solo a un reducido grupo de personas, sino que es una cuestión de significativo interés social. En las dos últimas décadas fruto del conocido como renacer de la memoria histórica, hemos visto cómo diferentes asociaciones de memoria histórica, partidos políticos de izquierda, sindicatos, víctimas del franquismo, historiadores, periodistas, investigadores se han implicado en investigar, esclarecer, buscar la verdad de los crímenes del franquismo. También conseguir que se reconociera lo que habían sufrido aquellos que fueron represaliados por la dictadura y que se llevara ante el banquillo de los acusados a los implicados en la represión.
En los últimos años ha habido grandes avances, sobre todo en lo que a investigaciones se refiere. Hay grandes trabajos de calidad sobre la represión franquista, la lucha de la oposición antifranquista, los campos de concentración, la violencia contra las mujeres y el colectivo LGTB, las relaciones entre la dictadura franquista y el régimen nazi, y un largo etcétera de trabajos sobre temáticas relacionadas con este periodo histórico. También sobre la Transición, un periodo hasta hace unos pocos años mitificado por la mayoría de medios de comunicación y organizaciones políticas, se han realizado importantes trabajos sobre la violencia política y policial en ese periodo, sobre las movilizaciones sociales y el papel de la sociedad civil en los cambios que se fueron dando, el papel de las organizaciones políticas y sindicales en el proceso, el movimiento obrero, estudiantil, vecinal en aquellos instantes. Estudios que han permitido tener una visión más ecuánime de lo que fue aquel proceso.
Sin embargo, todavía nos quedan muchas cosas por saber. La ley de Patrimonio Histórico (que no permite consultar documentación de carácter personal, policial, de personas que siguen vivas o murieron hace menos de veinticinco años) o la ley de Secretos Oficiales (ley promulgada en 1968, aún en dictadura), siguen poniendo trabas al acceso a muchos documentos, sobre todo, de los últimos años del franquismo y la Transición. La ley de Amnistía es utilizada como una ley de punto final de los crímenes de la dictadura, impidiendo incluso que se pueda extraditar a Argentina a personas implicadas en crímenes de lesa humanidad durante esos años.
Uno de los terrenos que quedaban por explorar era el de la policía política de la dictadura franquista. Siempre se ha hablado de las torturas que infligían estos individuos en lugares como la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid (donde ahora se dan las campanadas de Nochevieja) o en la Comisaría de Oviedo, frente al Hotel Reconquista (ahora es comisaría de la Policía Nacional). Pero en los últimos años, gracias al impulso de organizaciones como La Comuna, que aglutina a militantes antifranquistas y represaliados del franquismo, se ha dado a conocer mucho más lo que fue este aparato represor. Hemos visto reportajes, documentales (como El silencio de otros) o series de televisión (como El día de mañana o La línea invisible) donde se ha tratado la actuación de estos policías. Incluso se logró que uno de ellos, Antonio González Pacheco alias Billy el Niño se sentara delante de un juez, aunque fuera para que no lo extraditaran a Argentina para ser juzgado. Este es uno de los personajes más conocidos de la BPS, por sus métodos siniestros y su chulería ante los detenidos, a los cuales decía su nombre mientras les apuntaba con su pistola. El sadismo de la impunidad.
Sin embargo, no había una investigación de carácter científico y académico que estudiara lo que fue estructura policial y su importancia dentro del aparato represivo franquista. Durante los años de la Transición, en revistas como Interviú o Cambio16 se publicaron artículos explicando cómo estos policías seguían actuando en la policía democrática, sus relaciones con la extrema derecha, etcétera. Pero a partir de los años ochenta, esas voces se acallaron, fruto de ese famoso pacto de silencio (de olvido no fue, nunca se olvidó lo que pasó durante la dictadura). En 1995 apareció un libro llamado Brigada Social, de Antoni Batista, donde trataba la actuación de esta policía en Catalunya. Después de ese año hasta hoy son pocos los libros que han salido sobre la temática, y muy localizados en ciertas zonas del país (el periodista Lucas Marco ha trabajado la BPS en Valencia, el historiador Alberto Sabio en Zaragoza y el investigador Gómez Fouz en Asturias). Pero no había ningún trabajo que tratara la BPS en todas sus dimensiones.
En 2016 decidí ponerme a ello. Tras conocer a varios miembros de La Comuna y recabar sus testimonios de torturas, sentí que era el momento de ponerse a trabajar en ello. A lo largo del proceso arduo y dificultoso, encontré muchas cosas que, la mayoría, eran una novedad para mí: las relaciones entre la BPS y la Gestapo primero y con la CIA y el FBI después, sus formas de analizar la sociedad mediante los Boletines Anti-Marxistas y los Boletines de Investigación Social, su aparato intelectual mediante revistas, editoriales, policías-escritores al servicio de la propaganda franquista, la lucha de la oposición contra la represión de esta policía, el paso de la policía de la dictadura a la democracia, la impunidad de sus crímenes, los intentos de policías progresistas y demócratas por intentar cambiar las cosas dentro del aparato policial, intentos que fueron frustrados y hasta hoy, donde la corrupción policial y las torturas siguen formando parte de la policía. Todo esto y mucho más aparece en mi libro La Secreta de Franco, mediante el análisis de expedientes policiales personales inéditos, boletines que no se habían consultado, información de archivos extranjeros, de consejos de guerra y de tribunales civiles como el Tribunal de Orden Público (TOP). Con él, he querido trazar un hilo fino, que va desde los años de la dictadura de Primo de Rivera hasta la actualidad, sobre cómo la policía ha sido utilizada para reprimir disidencias, movilizaciones sociales, organizaciones políticas, etcétera, siendo obviamente, el punto culmen la dictadura del general Franco, donde las torturas policiales no sólo quedaban impunes, sino que incluso eran apoyadas y aplaudidas, con importantes prebendas económicas en forma de medallas.
Todo esto ¿en serio es de actualidad?, se preguntará quien lea estas líneas. Por supuesto que sí. En los últimos años hemos visto en las noticias como se ponían a la palestra casos como la Operación Kitchen, la operación Pegasus, donde incluso participaron personajes que fueron miembros de la BPS, como Villarejo (en mi libro aparece cómo recibió una gratificación económica en 1975, poco antes de morir el dictador, por detener a unos militantes del FRAP). También las actuaciones policiales en manifestaciones (como las Marchas de la Dignidad, Rodea el Congreso o el 1-O) o el aumento de la extrema derecha dentro de la Policía (con organizaciones como JUSAPOL) tiene que ver con todo lo que pasó durante el franquismo y sobre todo, durante la Transición, donde no se ajustaron cuentas con el pasado y no se depuró el aparato del Estado de estos elementos que venían del franquismo, como si había pasado en nuestra vecina Portugal tras la Revolución de los Claveles con los miembros de la PIDE, la policía política de la dictadura salazarista.
Yo entiendo la labor del historiador como una labor social, como un trabajo de estudiar el pasado, para entender los problemas del presente y mejorar el futuro. El historiador no sólo tiene que investigar y debatir con sus colegas, sino salir fuera de los muros de la Universidad o la Academia, y divulgar, participar en medios de comunicación y movilizaciones sociales, organizarse. Los historiadores somos muy necesarios, porque muchas de las cosas que nos pasan ahora, solo tiene explicación si entendemos lo que se hizo (o no se hizo) en los tiempos que nos precedieron. Tenemos que ser agentes activos en la sociedad, no expectantes ante los acontecimientos.
Por eso realicé mi tesis doctoral sobre la BPS y por eso este libro, La Secreta de Franco. Por eso lo presento en la Semana Negra de Gijón, un lugar donde la literatura, la política y la historia forman un coctel interesante para el debate social. Porque (y esto conecta con el título del texto) con mi libro quiere dejar dos cosas claras. La necesidad de reivindicar la lucha antifranquista, de una memoria pública y política, que se reconozca que gracias a esa movilización se conquistaron nuestras libertades y derechos. Y la necesidad de poner los nombres de aquellos que participaron en la represión franquista, tanto dando ostias como dando órdenes. Porque hay que hablar de las víctimas y los resistentes, pero también de sus verdugos.