Espacio AQ
2021-07-14
Jesús Palacios (con la colaboración de Rakel Suárez Hernández)
Haciendo historia está la Carpa de AQ, sin duda, con jornadas como la de ayer. De primeras nos fuimos al románico con la profesora Isabel Ruiz de la Peña, doctora en historia del arte por la Universidad de Oviedo, quien nos trasladó al siglo XII, el primer Renacimiento para muchos historiadores, con su erudita charla Un tema profano en las iglesias románicas: la dama y el caballero, ilustrada con sus bellas y correspondientes imágenes, viaje por el peculiar motivo iconográfico escultórico de, precisamente, la dama y el caballero que aparece con cierta frecuencia en los templos románicos del Noroeste de España, en consonancia con la vecina Francia y algunos otros países, demostrando la influencia en el terreno del arte sacro de un motivo eminentemente laico, conectado con el florecimiento del amor cortés de trovadores y poetas, así como con el reconocimiento del papel de la mujer en la nobleza pese a seguir, por supuesto, relegada a un plano idealizado por una parte (la belleza física de Eva y la pureza y santidad de la Virgen María) y supeditada al hombre por el otro. Diversos motivos caballerescos (la despedida, el matrimonio y el regreso del guerrero), más propios de cantares de gesta, lais o romances hacen su aparición en capiteles románicos tan destacados como el del monasterio de San Pedro de Villanueva, anunciando una época sin duda menos oscura y más cultivada que los siglos precedentes, aunque la Iglesia siga manteniendo una posición de poder inamovible junto a monarcas y nobleza.
De las grandes historias de la historia a las pequeñas historias negras del txapela noir, sin duda uno de los protagonistas principales de esta edición de la Semana. Carlos Ollo fue el encargado de introducir la nueva novela de Laura Balagué, En el otro bolsillo (Erein), junto, por supuesto, a su autora. Un nuevo misterio para la oficial de la Ertzaina Carmen Arregui, personaje habitual de Balagué, que se enfrenta aquí a un caso difícil porque, precisamente, parece fácil. Y es que la víctima, una auxiliar de enfermería muerta en extrañas circunstancias, era una de esas personas tan normales y anodinas, con una vida tan gris, que parece imposible que alguien quisiera verla muerta o que estuviera envuelta en asunto criminal alguno. Pero junto a sus habituales compañeros Aduriz, Lorena y Fuentes, la paciente y meticulosa Arregui, que además de luchar contra el crimen tiene que sacar adelante la casa como cualquier mujer de su generación, siguiendo su máxima de que «en la escena del crimen el que no ayuda estorba», no tardará en descubrir que hasta la persona más vulgar esconde secretos y mentiras capaces de asombrarnos. En mor del mayor realismo posible, Balagué llegó a abrir a su víctima una falsa cuenta en un servicio de citas online, a fin de ver qué tipo de hombre se sentiría atraído por su personaje. ¿Quién respondió? Eso no lo dijo.
Sin salirnos ni un ápice de la txapelaxploitation (insistimos, a ver si cuela), seguimos con la presentación de Sospechosos (Erein), del abogado y novelista de Bilbao Juan Infante, acompañado por un siempre juvenil y algo nervioso (presa de la admiración sin límites que siente por el género) Nacho S. Álvarez. Tercera novela protagonizada por su Garrincha, personaje atípico, ni policía ni detective sino un duro exdelincuente siempre al borde de la ley, contratado por la familia Echevarría para que les saque de apuros tras una boda sangrienta, apuros que también implican, por cierto, a los inspectores de la Ertzaina, Sara Cohen y Miguel Frabetti, todos implicados en un turbio asunto de negocios del pasado, que puede estallar en cualquier momento. Garrincha, personaje digno de cualquier hard boiled de los de antes, con su carácter explosivo, domina esta retorcida intriga en la que Juan Infante hace gala una vez más de su humor gamberro y sana ironía, que contrastan con la oscura violencia y brutalidad de sus historias. A pesar de que Garrincha es amoral y poco recomendable como amigo, no carece de virtudes y al final hasta llega a caernos bien, por lo que nos congratulamos de que Infante esté ya trabajando, desde tiempos pandémicos, en la cuarta entrega de sus aventuras.
En pirueta más esperable que inesperada volvieron la pizpireta Noelia Lorenzo y el licenciado navarro Carlos Ollo, pero ahora invirtiendo papeles, siendo la primera su glosadora y el segundo protagonista de la presentación de su nueva novela negra Mortaja de barro (Erein), otro caso de esa muy peculiar pareja de investigadores que componen el inspector Faustino Villatuerta y su hija, la oficial Nerea, con quien comparte no solo vida cotidiana y familiar sino investigaciones criminales tan complicadas como esta, donde la aparición de un cadáver momificado en las aguas del embalse del pueblo de Eugi significará también la reaparición de tragedias y crímenes de un pasado que sigue influyendo en el presente, para bien y, sobre todo, para mal. Con la complicidad admirada de Noelia Lorenzo, Carlos Ollo explicó el origen de su idea: la visita a una presa para ayudar a su hija en un trabajo sobre robótica, así como sus dos manías narrativas principales: desarrollar sus intrigas en dos tiempos (aquí, el momento del crimen, en los años cincuenta del contrabando y la posguerra; y el momento de la investigación actual), así como su pasión por los pasadizos secretos, herencia de una infancia entregada a las aventuras de Los Cinco de Enid Blyton (ahora cancelados o como mínimo reformateados). Violencia de género, memoria histórica, vida familiar y misterio criminal, se entrelazan en una entrega de la serie en la que el autor ha dado voz propia también al inspector Faustino, harto el pobre de pasar por machista e insensible. Cómo está la cosa si hasta este entrañable paisano algo jurásico pero de buen corazón tiene que dar explicaciones en los clubes de lectura…
Y de las historias negras y manejables a las páginas negras pero también brillantes de la historia. Pablo Antón Marín Estrada introdujo y glosó con admirado fervor el libro del escritor y cineasta asturiano Ramón Lluís Bande Cuaderno de la guerra, bellamente editado por la siempre encomiable Pez de Plata, mucho más que simplemente el guion de su último largometraje documental (o, mejor: ensayo cinematográfico) Vaca mugiendo entre ruinas (cuadro icónico de Nicanor Piñole), premio del público en la pasada edición del FICX. En realidad, como explicó su autor, tanto su película como este libro forman parte del mismo proyecto ambicioso y complejo que el filme Cantares de una revolución y su correspondiente doble en papel impreso, Cuaderno de la revolución. Un fresco de no-ficción cinematográfico y literario donde la pasión del creador por cineastas revolucionarios del documental y la reformulación del archivo visual tan distintos pero fundamentales como Claude Lanzmann o la argentina Albertina Carri le ha llevado a reconstruir la historia y tragedia de Belarmino Tomás, así como las de la Revolución asturiana de 1934 y el Consejo Soberano de Asturias y León del 37, a fin de reinstaurar su memoria borrada de la historia, devolvérsela a los asturianos, celebrando el breve momento de esplendor de una República Obrera y Proletaria asturiana de espíritu nacional (que no nacionalista) y aspiraciones internacionalistas, cuya existencia, por corta y trágica que fuera, obliga a replantearse cuestiones y reflexiones no sólo sobre el pasado, sino ante todo sobre el presente e incluso el futuro.
Y tras este intenso momento histórico, la Carpa de AQ hizo también historia, siquiera por reunir como traca final del día a Fritz Glockner, Chesús Yuste, Claudia Piñeiro y Manuel Avilés, reparto de excepción en el panorama actual de esa cosa llamada novela negra, todos inmoderados por el propio Paco Taibo II en persona. ¡Y vaya si fue poco moderado! En su introducción a la discusión en torno a Escribir género negro en épocas de crisis, lo primero que dejó claro Taibo II fue, como nos veíamos venir, que siempre es época de crisis y que, sea cual sea esa crisis (la Gran Depresión, la dictadura militar argentina, el fin del franquismo y la Transición española, etcétera, etcétera), ahí ha estado siempre también la novela negra para reflejarla, diseccionarla, narrarla y dejar testimonio de su lado más oscuro. Oscureciendo tanto como aclarando la cuestión de qué es ese animal al que denominamos, quizá ya a falta de mejores términos y con fines un poco espurios, novela negra, lo cierto es que PIT II dejó bien establecida su opinión sobre el tema: la novela negra es la que se ocupa de lo que hay bajo la punta del iceberg, ese 90% de oscuridad y corrupción que importa mucho más que el hundimiento del Titanic. Para Chesús Yuste, la novela negra es la literatura del capitalismo, en el sentido de que se ocupa de mostrar la esencia criminal del mismo, con su tendencia natural a la avaricia, la competitividad, la ambición y la lucha por el poder. La argentina Claudia Piñeiro matizó con acierto que no todas las crisis son nefastas y que, por ejemplo, la revolución feminista es una crisis positiva, que cambia y conmueve el mundo, con su reflejo también en el género. Además, nos recordó por qué envidiamos a los argentinos: ellos tienen a Borges y a Piglia (y añadimos nosotros a Bioy Casares, Silvina Ocampo, Rodolfo Walsh, Óscar Peyrou, Marco Denevi y tantos otros), que les enseñaron que la novela policíaca y la gran literatura no son distintas ni distantes y que en el género policial el que manda es el lector (cosa que a veces se les olvida a algunos autores). Mientras, Fritz Glockner, desde la experiencia mexicana del narco y su guerra secreta a voces (y tiros) a quien el relato neonoir de series y películas (amén de los célebres narcocorridos) convierte en nuevo héroe del género; y Manuel Avilés, con su conocimiento de primera mano de los más sórdidos y brutales crímenes, de modernas medeas devoradoras de hijos indefensos, padres violadores y adolescentes parricidas con alevosía y catana, se empeñaron en confirmar aquello de que la realidad supera a la ficción, a riesgo de confundir novela negra con crónica negra, tan lejos y tan cerca.
Al final, como al principio, en busca de algo que Paco Taibo II intentó no llamar originalidad (ya todo está escrito, advirtió Claudia) pero que puede pasar por escribir sobre lo que pasa cuando no pasa nada en una novela (pasan cosas que Robbe-Grillet ya nos contaba), todos estuvieron de acuerdo en que la novela negra es social, pero también criminal, es realista, pero también idealista e idealizada, es popular pero literatura de altura, es universal pero peculiar de cada cual, tiene que dar soluciones sin solucionar nada, puede ser forense pero sin convertirse en cadáver exquisito. En fin, que es… ¡Y qué se yo lo que es! O lo que será, si de tanto dar vueltas y revueltas sobre sí misma no acaba por devorarse, como la vieja serpiente Uróboros, que se muerde la cola en las proximidades del día del juicio final. Amén, y hasta mañana.