Libros y más libros: ilustrados, de historia y de histeria, de crimen real y sobrenatural
2024-07-12
Pasado ya de largo el meridiano de la SN, el Espacio AQ se llenó ayer de libros, libros y más libros, muchos de ellos, además, finalistas a los premios de la Semana Negra que hoy se fallarán. Ilustrados, de historia y de histeria, de crimen real y sobrenatural, dibujados y llenos de color, con todos los colores de la oscuridad, pero repletos de vitalidad.
Comenzó la tarde con un recordatorio que jamás debe dejar de serlo: el de los horribles efectos del bombardeo atómico de Hiroshima (y Nagasaki), ordenado por el presidente Truman en agosto de 1945, con la finalidad quizá no tanto de acabar con la guerra del Pacífico de un plumazo como de demostrar el poderío destructor de la nueva bomba nuclear y del país, Estados Unidos, que la había desarrollado antes que ningún otro.
Hiroshima. Testimonios de los últimos supervivientes (Kailas), finalista del premio Rodolfo Walsh es el escalofriante y conmovedor documento con el que el periodista Agustín Rivera nos pone delante de las memorias y experiencias de quienes siguen recordando hoy la tragedia que no solo acabara con las vidas de unas 120.000 personas en el acto, sino que marcara y condenara a la lenta agonía de la enfermedad, debida al envenenamiento por radiación, a otras tantas, hasta alcanzar una cifra estimada en casi 250.000 muertes, la mayor parte de civiles, incluyendo mujeres y niños.
Presentado por el periodista Jesús Fernández Úbeda, Rivera rememoró sus visitas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en 1995, 2001 y 2012, como reportero para distintas publicaciones como Diario 16, El mundo o El confidencial, donde tuvo repetida oportunidad de conocer y entrevistar a muchos de los afectados por la catástrofe. Son sus testimonios, llenos de dolor y angustia, pero también de esperanza y superación, los que llenan las páginas del libro, advertencia implacable de una tragedia que no se debe volver a repetir. Hoy, cuando parece que de nuevo la amenaza del conflicto atómico global planea sobre nuestras cabezas, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki son símbolos internacionales de paz, pero lo realmente importante es que no se olviden nunca las voces de los muertos, porque ellos siempre saben mucho más que nosotros y sin ellas no hay futuro.
Con la siempre agradecida presencia y presentación de la periodista y escritora Marta Robles, dejamos los horrores de la Historia para penetrar en las calles más oscuras, tortuosas y exóticas de la ciudad de La Habana en 1947. Un escenario de primera, netamente noir, para la novela de Rigoberto Menéndez Paredes, Asesinato en el bosque de La Habana (Atlantis), finalista del Silverio Cañada. Un genuino misterio hard boiled a la vieja usanza, que hará las delicias de cualquier amante de la mejor y más tradicional novela negra, como destacó Marta Robles.
Aunque la presentación comenzó en “tiempo cubano”, es decir, con un poco de retraso, a Menéndez Paredes, Doctor en Ciencias Históricas y Director del Museo de la Casa de los Árabes (detalle que tiene su importancia, no crean), de la Oficina del Historiador de La Habana, le dio tiempo para abrirnos el apetito con un caso que comienza con un cadáver decapitado y una misteriosa nota en árabe, que obligarán a la policía de La Habana a pedir la colaboración del detective privado de origen libanés Marcelo Gorayeb.
Quintaesencia del investigador clásico, bebedor, cínico y poco amigo de la ley y el orden, en una ciudad plagada de inmigrantes del mundo entero, Gorayeb se introduce en el barrio de Los Turcos, donde se ubica la cerrada comunidad libanesa de La Habana, mientras intenta descubrir no sólo la identidad del asesino, sino también la de la víctima. Pronto se dará cuenta de que lo que parecía un asunto de celos esconde en realidad, noir mediante, una retorcida intriga de ambición, chantaje y traición. Oigan, da gusto a veces que se presente en AQ y en la Semana Negra algo cada vez más raro de encontrar: una novela negra, negra y nada más.
Pero si de curiosas puestas al día del arquetipo inmortal del detective privado hard boiled hay que hablar, pocas pueden superar la de convertir al poeta, copista y monje medieval Gonzalo de Berceo en investigador de misterios criminales medievales, siguiendo la estela de Fray Guillermo de Baskerville y Fray Cadfael. Esto es lo que ha hecho el misterioso autor que se oculta tras el nombre de Lorenzo G. Acebedo, con el que ha firmado ya las dos primeras entregas de este peculiar detective con capucha, que entre milagro y milagro de Nuestra Señora, soluciona crímenes truculentos que se entreveran con sus labores literarias y religiosas.
Borrachín y cínico, este Marlowe del mester de clerecía fue introducido por Juan Cerezo, editor de sus aventuras en Tusquets, y por el (repetimos) nuevo jefe de todo esto, Miguel Barrero, quienes además de ilustrarnos sobre algunos sabrosos detalles sin demasiado spoiler de La taberna de Silos, finalista del Espartaco por no serlo del Hammett, y La Santa Compaña, nos desvelaron lo poco que pudieron acerca de su autor:
“Dícese por estos lares, que tras la firma de Lorenzo G. Acebedo ocúltase la persona de un escritor y amanuense, que en habiendo abandonado durante su mocedad los estudios teológicos a los que habíase encaminado, así como el monacal retiro en el que pasara también algunos años, en busca de la solaz de su atribulado espíritu mundano, cedió a los pecados de la carne por mor de una moza cuyo nombre se ignora, dejando atrás los caminos del Señor y de su Santa Madre Iglesia. Retirado en su predio asilvestrado de una aldehuela en los campos riojanos, dedícase agora bajo nombre supuesto a las labores de su literatura impía, manteniéndose prudente en el anonimato para ejercer mejor así su venganza contra ciertos prójimos que en el pasado le ofendieran. ¿Quién es realmente este monje execrado? ¿Qué noble o villano tras su mote se oculta? He ahí otro misterio para el preste de San Millán de la Cogolla.”
Más novela negra, pero de bien distinto tono, llegó con dos comadres habituales de la Semana, la historiadora y escritora gijonesa Pilar Sánchez Vicente y la su amiga y no menos gijonesa Alicia G. García, una de las representantes más prolíficas de la novela negrocriminal asturiana. Se vino al Espacio AQ con su nuevo libro Susurros del pasado (Orpheus), cuya enrevesada trama gira en torno a la aparición de unos huesos sin identidad, tras la destrucción de una presa propiedad de la madre de la protagonista, entre los que se encuentra también un precioso broche modernista (en todo similar al de la bella portada del libro, como ambas destacaron).
Comienza así Raquel, recién separada y madre de dos hijas, a investigar en torno a un secreto que durante años ha permanecido oculto y ahora amenaza a su familia, en esta novela que se desarrolla en varios tiempos, con un pie en la posguerra y otro en la actualidad, donde se mezclan el suspense, la venganza, el romance, la memoria histórica, la descripción de la vida rural, no tan idílica como la pintan, y algunos curiosos aspectos autobiográficos —la propia madre de Alicia fue propietaria de una presa expropiada, con evidente disgusto de la escritora, que ajusta cuentas literariamente—, para arrastrar al lector a una intriga trepidante, cuyo estilo narrativo ágil y cinematográfico debe mucho, como agradeció la autora, a su profesor en estas lides literarias, Ramón Alcaraz.
Entre constantes risas y chascarrillos cómplices con Pilar Sánchez Vicente, cargados de segundas y terceras intenciones, Alicia. G. García concluyó conminando a los lectores asturianos a que pidan más libros asturianos en las bibliotecas de Asturias, leñe, y que los gestores culturales y libreros del Principado valoren más los talentos del terruño que el glamour del famoseo forastero. Eso sí, a ellas que no les hablen de hard boiled, que eso debe ser algo de paisanos y señoros.
Pero para mezcla de géneros degenerada, la novela que nos visitó a renglón seguido (bueno, allí fue al minuto siguiente, aquí es a renglón seguido), La madre del frío (Alrevès), del gallego Miguel Salas, presentada y muy bien representada por la arriba firmante y media naranja de esta crónica diaria, Rakel Suárez Hernández.
Miguel Salas, doctor en Teoría de la Literatura, poeta y traductor hasta del chino (no es broma), es también amante inveterado tanto de la novela negra clásica como de los bastante menos clásicos Detectives de lo Oculto, así con mayúsculas, que desde los inicios del género policial han dado réplica esotérica, fantástica y sobrenatural a los investigadores y policías tradicionales, científicos, materialistas y realistas. Apasionado del folclore y la mitología ibérica en general, y de su mágica Galicia natal en particular, Salas se confesó con su peculiar detective hemipléjico y necromántico Xan Borrasca, que a veces ve muertos, émulo de personajes como el Hesselius de Le Fanu, el Moris Klaw de Sax Rohmer o el Carnacki de Hodgson.
Nuestro autor se encontró con la horma de su zapato (o con la norna de su destino) en forma de su presentadora, apasionada conocedora tanto de criaturas mitológicas y folclóricas como de investigadores privados de razón, y entre ambos dieron buen repaso a una novela donde el misterio criminal, la serie negra más negra, con sus antihéroes y carga de profundidad moral, y el thriller sobrenatural se mezclan y remezclan con buen tino y mejor resultado. Desfilaron así por el Espacio AQ la Santa Compaña, El Cazamentiras catalán, meigas y saudadoras, sociedades secretas de investigadores paranormales, referencias al folk horror británico, a Harry Dresden o Aloysius Pendergast (no sé todavía cómo se les escapó John Constantine), al Doctor Jiménez del Oso (que en paz descansa si es que no se le aparece a Xan Borrasca) y a otras hierbas alucinógenas, masónicas, ocultas y ocultistas. La presentación de La madre del frío se convirtió así, al menos en buena parte, en reivindicación del género bastardo del thriller ocultista y de la mejor literatura pulp.
Una vez lanzados por la senda del Mal, solo podíamos ir a peor. Así, la escritora y periodista de El Comercio, María de Álvaro, fue la encargada de introducir a la prestigiosa criminóloga, jurista, escritora y divulgadora Paz Velasco de la Fuente, el nombre de cuyo popular blog, Criminal-mente, ya lo dice (casi) todo. Ahora, con su libro Muertes nada accidentales (Rosamerón), subtitulado “un decálogo de motivos para matar” y finalista también del Rodolfo Walsh, nos propone un puzle para penetrar en las mentes criminales y las vidas bien poco ejemplares de ocho asesinos y dos asesinas, con especial acento en los crímenes patológicos de psicópatas y sociópatas de variado pelaje.
Durante una agradable charla entre ambas, donde Paz Velasco hizo alarde de su erudición profesional en torno a la mente criminal, nos reencontramos con viejos conocidos como Dennis Nielsen, el británico asesino solitario y homosexual que solo buscaba compañía… de cadáveres que no dieran la lata, preferentemente (y que la escritora hoy escritor Poppy Z. Brite emparejara sabiamente con Jeffrey Dahmer en su novela El arte más íntimo) o el veterano decano de los cazadores de viuda y dote, el viejo verde Henri Désiré Landru, que inspirara a Chaplin su genial Monsieur Verdoux. No faltaron tampoco un par de asesinas infanticidas, porque aunque las mujeres matan menos y lo hacen sin fantasía (o por no fantasear, no se me malinterprete), suelen también hacerlo con bastante eficacia y crueldad.
Siempre resulta divertido y emocionante reencontrarse con viejos amigos y amigas de nuestros tiempos de Psychokillers. Anatomía del asesino en serie (Temas de Hoy, 1998), incluyendo al pobre Nietzsche, cuya filosofía del superhombre parece haber tenido cierta influencia en más de un homicida por amor al arte y desprecio a la humanidad, como los ricos amantes homosexuales Leopold & Loeb. Pero, por favor, no maten al mensajero: ¿Cuántos lectores de Nietzsche no habrán dejado de ser violentos asesinos precisamente por leer El Anticristo, Más allá del bien y del mal o Así hablo Zaratustra?. Hay que tener mucho cuidado con la tentación de culpabilizar a filósofos y escritores, pues algún mal pensado podría decir que nos gusta leer libros como Muertes nada accidentales en busca de inspiración para satisfacer nuestros propios instintos criminales. San Truman Capote nos lo impida.
Y a las nueve en punto de la tarde o de la noche, a saber, tuvo lugar uno de los momentos cumbre de la jornada AQ: la presentación de la novela gráfica, cómic o tebeo con tapa dura, El lejano país de los estanques (Planeta), de la artista e ilustradora gijonesa Carol Medina y el escritor y guionista uruguayo Rodolfo Santullo, viejo amigo de la Semana que sin embargo no pudo estar presente. ¿Les suena el título de este cómic? Normal, porque se trata de la fiel adaptación de la primera novela de Lorenzo Silva protagonizada por su dúo dinámico particular: los guardia civiles de paisano Bevilacqua (por cierto, también uruguayo de origen) y Chamorro, publicada allá por 1998 y escrita todavía antes, entre 1994 y 1995, en las vacaciones de verano de su autor, por aquel entonces abogado de profesión y escritor por pura pasión, enamorado de Raymond Chandler (¿y quién no?).
Presentados, no, glosados, no, ensalzados, no, elevados al Olimpo de las presentaciones y no sin razón, por ese paradigma del presentador apasionado y sin embargo dotado tanto de razón como de corazón, José Manuel Estébanez, el mejor Juez para estas lides, Carol Medina, a la chita callando una de las mejores creadoras gráficas de nuestro país, historietista y dibujante que va acumulando justos premios y un cada vez mayor número de fans y seguidores, y el siempre encantador, humilde y elegante a la par que sabio Lorenzo Silva, fueron desgranando los misterios de esta adaptación, que el segundo supo ver y entender como un verdadero regalo. Después de años esperando inútilmente que su novela se convirtiera en película o serie, por fin ha podido disfrutar de ella en imágenes, coloristas y luminosas, que recogen y reflejan fielmente el espíritu y la letra de su libro, evitando los tonos tenebristas de la serie negra más tópica. Por su parte, Carol confesó que su versión gráfica de Bevilacqua se inspiraba en el propio Lorenzo Silva rejuvenecido (tanto que él mismo no se reconoció, pero de eso se trataba), creando también un escenario mallorquín vagamente noventero, pero un poco fuera del tiempo y del espacio, para dotar a la historia, escrita hace ya treinta años, de eterna actualidad.
Coincidieron ambos en alabar también el talento literario adaptador de Santullo, quien además de excelente escritor es mejor persona y capaz de dar a su ilustrador la máxima libertad para plasmar sus textos. Mientras se lanzaban en olor de multitudes a firmar su obra compartida a seis manos, todos coincidieron en el deseo de que pronto siguieran trabajando en nuevas versiones gráficas de las aventuras de Bevilacqua y Chamorro. Que así sea.
La noche comenzó y acabó para el Espacio AQ con otra presentación de lujo: la de la primera novela de la profesora, periodista y ensayista Violeta Serrano, Hijas de nadie (Mr. Griffin). Una historia de flamenco, amores sáficos, venganza, pasión, viajes entre Barcelona y Buenos Aires, con toques autobiográficos y escrita con tres acentos y a tres voces: castellano, caló y lunfardo, llena de erotismo y violencia, con algo de crítica social y mucho de amor arrebatado, que Carlos Bardem (¿hará falta que digamos quién es Carlos Bardem? Igual no…) elogió profusa y sinceramente, como una novela que le había enganchado desde la primera página hasta la última.
Así concluyó al fin la más libresca e intensa jornada de AQ hasta el presente, con mucha literatura, humor y crimen, reflexiones históricas y hasta tebeos a colores, pero donde también flotaban en el ambiente encapotado y tórrido los nervios de todos los nominados a los distintos premios. Autores y autoras, recuerden: ser nominado a un premio de la Semana Negra, estar entre los contados y selectos finalistas, ya es todo un premio en sí mismo.