Espacio AQ
2023-07-14
En la recta final de esta SN, el Espacio AQ contó con la presencia siempre impagable e imprescindible del histórico que nunca histérico Paco Ignacio Taibo II, que al comienzo de la tarde vino acompañando al historiador, escritor y periodista Ernesto Burgos, con su libro Jesús Ibáñez: vida y acción de un revolucionario heterodoxo, culminación de sus muchos años de investigación alrededor del mítico turonés Jesús Ibáñez. Modelo por excelencia del revolucionario excesivo, temerario e incómodo, en palabras de Taibo «lo más parecido a un héroe de la clase obrera», compadre y compañero de viaje de Javier Bueno y Belarmino Tomás, figura destacada de la revolución asturiana del 34 y la guerra del 36, cuya biografía aventurera y desquiciada pasa por su pertenencia al partido socialista, filiciación anarquista, papel destacado en la fundación del PCE y la CNT, empeñado siempre en servir de puente entre anarquismo y comunismo… Resultando al fin incómodo para todos los grupos políticos de una izquierda que rara vez, si alguna, se atreve a reivindicarlo. Paco Taibo agradeció a Burgos su nueva biografía, que le excusa de tener que escribirla él mismo, a lo que se veía ya abocado, tarde o temprano, porque difícilmente hubiera podido resistirse mucho más tiempo el biógrafo de Pancho Villa, el Che Guevara o Tony Guiteras a un personaje como Ibáñez, más grande que la vida misma. De España a Rusia y de allí a su muerte en México, prácticamente en el olvido, hombre de ideas pero también de revólver en mano, capaz de pintarle el bigote a una estatua de Stalin en Moscú, de abrirse paso a tiros durante el cerco de Oviedo y de convertirse en sus últimos años de exilio mexicano en un excelente escritor, como demuestran libros tal que Memorias de Tatiana (KRK) o sus Memorias de mi cadáver (novela encajada), tanto su biógrafo oficial, Ernesto Burgos, como el inefable PIT II, coincidieron en la necesidad de rescatar la vida y obra de este auténtico «héroe asturiano de la clase trabajadora», independiente, crítico y valiente, en un tiempo tan necesitado de auténticos símbolos y referentes para la izquierda.
Y de una figura mítica casi ignorada a otra también a menudo injustamente olvidada y poco o nada conocida en España: la del periodista, escritor, militante y santo patrono de la no-ficción y de la Semana Negra, Rodolfo Walsh. Ángel de la Calle, invitado por los protagonistas principales del segundo evento de la tarde, abrió fuego recordando cuántas veces, por desgracia y para vergüenza ajena, cada vez que habla del premio Rodolfo Walsh, que la SN otorga a la mejor obra de ensayo de temática negro-criminal, se ve en la necesidad de explicar quién fue este espléndido autor de algunos de los mejores cuentos policiales argentinos, que se adelantó en nueve años a Truman Capote y su A sangre fría para dar forma a la novela-reportaje criminal con su obra maestra, Operación masacre. Todo vino a cuento de la presentación del libro Emboscada (Penguin), donde el presentador televisivo, escritor y periodista de investigación argentino Facundo Pastor reconstruye, por un lado, la emboscada que el 25 de marzo de 1977 tendió un operativo secreto de la policía a Walsh, miembro militante del movimiento montonero, y que habría de costarle la vida, convirtiéndole en otra más de las treinta mil víctimas desaparecidas de la dictadura cívico-militar argentina. Y por otro, da cuenta de la búsqueda incansable y la investigación prácticamente detectivesca que el propio Facundo Pastor emprende para intentar recuperar los últimos cuatro cuentos escritos por Walsh, según todas las apariencias y testimonios requisados por la policía pero no por ello destruidos. Gracias a esta casi diríase obsesión, Pastor llegó a localizar a un compañero del escritor que había memorizado el relato «Juan se iba por el río», que reconstruiría también gracias a la memoria de la pareja última de Walsh, la periodista Lilia Ferreyra. Pablo Batalla aprovechó para señalar lo diferente de la respuesta a los crímenes de la dictadura en Argentina y España, habiendo condenado la primera a los asesinos de Walsh (así como a otros muchos criminales y torturadores del régimen) a largas penas de prisión, mientras en el segundo se ha hecho vista gorda con sus equivalentes. Ángel de la Calle, reincorporándose a la mesa, recordo cómo todos los que vinieron después o al tiempo, artistas como León Ferrari, escritores como Miguel Bonasso, Juan Gasparini, Juan Gelman, Juan Sasturain o creadores de historieta como Horacio Altuna, muchos de ellos habituales de la SN no viajan solos, sino siempre acompañados por la sombra de Rodolfo Walsh. Un auténtico héroe y símbolo, al que pudieron emboscar y matar, sin darse cuenta sin embargo de que no estaban matando sus libros y su obra, siempre imparables. Mientras Paco Taibo aparecía de la nada para recordar que en su despacho siempre tuvo la foto de Walsh como ángel de la guarda, Facundo Pastor añadió que cada vez que viaja por el mundo, presentando su libro e investigaciones en torno al escritor y sus cuentos perdidos, espera que entre los oyentes alguien se levante y diga, «yo sé dónde están». Ojalá y ese día esté ya próximo. Por supuesto, Emboscada es obra finalista, adivinen, al premio Rodolfo Walsh.
No abandonamos el siempre desgraciadamente convulso escenario latinoamericano, siguiendo a continuación con la presentación, por parte del veterano librero azteca de la Semana, amén de periodista, historiador y escritor, el gran Fritz Glockner, de la nueva novela del escritor nacido en San Sebastián pero sonorense de adopción y mexicano de vocación Imanol Caneyada: Litio (Planeta México), finalista este año del premio Hammett. Aunque como advirtió sin pelos en la lengua Fritz, que publica a su vez con la misma editorial, el libro ostenta la contraportada más sosa y tópica posible, Litio es un brutal thriller social y sociológico, que explora la connivencia entre las grandes compañías extractoras internacionales, el gobierno corrupto y las mafias del narcotráfico para expoliar los terrenos productivos de materias como, por supuesto, el litio, sin importarles recurrir a la violencia, la expropiación, la amenaza, el soborno o el asesinato. Caneyada puso el dedo en la llaga al recordarnos que esos maravillosos coches eléctricos que Europa hará obligatorios en el futuro próximo, para respetar y mejorar el medio ambiente, así como otros muchos ejemplos de energías renovables, necesitan para sustituir el uso de gasolina o gasoil unas cuatro mil unidades de litio al día, que aportarán las explotaciones en países como México, Bolivia, Argentina y Chile u otros del continente africano: es decir, una vez más Europa se lava la cara utilizando a Latinoamérica y el Tercer Mundo como toalla. Más allá de la «nota roja» (como se denomina en México el periodismo de sucesos), la novela negra latinoamericana tiene el desafío de «superar» las portadas de los periódicos diarios, repletas de muerte, corrupción, sangre y violencia. Por ello es inevitablemente muy distinta a ese nordic noir de señoras asesinadas y debe ser siempre, necesariamente, mucho más social y crítica: «nuestros asesinos son el estado, las corporaciones y los empresarios corruptos», capaces de destrozar poblaciones y territorios naturales enteros sin el más mínimo escrúpulo, recurriendo a sicarios y haciendo caso omiso de las leyes que pretenden ponerles coto. Una denuncia necesaria por más que, como señaló agudo un asistente, el propio grupo editorial donde publican tanto Caneyada como Glockner no sea sino otra corporación igualmente explotadora.
Más negro latinoamericano vino inmediatamente después con la presentación de la novela Cada oscura tumba (Seix Barral), del polifacético escritor colombiano Octavio Escobar Giraldo, considerado uno de los más sorprendentes y versátiles talentos literarios actuales de su país. Presentado de nuevo por Pablo Batalla, Giraldo explicó como, a través de una trama de ficción protagonizada por dos personajes singulares: Melva Lucy, una humilde mujer desplazada que trabaja como friegaplatos en un lujoso restaurante de Bogotá, cuyos dueños y clientes habituales esconden un oscuro pasado, y el abogado especializado en derechos humanos Gabriel Álvarez, amenazado de muerte por sus investigaciones y en plena crisis sentimental, la novela se inspira en el asesinato a sangre fría de más de seis mil jóvenes colombianos, conocidos a través de la prensa como los falsos positivos, por parte del ejército nacional, haciéndolos pasar como bajas en combate durante los conflictos civiles en Colombia. Un crimen que, como otros similares ocurridos entre 2002 y 2008, ha sido denunciado dentro y fuera de las fronteras colombianas por múltiples instituciones y organismos, incluida la ONU, sin que sus responsables, entre ellos el propio expresidente Álvaro Uribe Vélez, hayan sido investigados oficialmente ni llevados ante la justicia. Ahora, Cada oscura tumba, finalista también del premio Rodolfo Walsh, viene a recordar y sacar de nuevo a la luz estos horribles sucesos, utilizando el arma de la narrativa, entre la ficción y el reportaje, para que no caigan en el olvido.
Finalista a su vez del mismo premio Rodolfo Walsh, pero ahora bien apegado a nuestro terruño, se presentó después El crimen de Malladas (Alrevés) del profesor, historiador, escritor y comisario literario del festival Gata Negra (ese que ya solo por el nombre todos quisiéramos dirigir), Luis Roso. Introducido por la periodista y activista asturiana Marifé Antuña, el autor nos habló de un tremendo y tremebundo suceso acaecido en 1915 en su propio pueblo de Cáceres, Moraleja, digno (o mejor dicho, indigno) ejemplo de la España más negra y truculenta: cinco personas asesinadas brutalmente a hachazos en una finca —dos niñas, un niño y dos mujeres, una de ellas embarazada—, condujeron precipitadamente al arresto de cinco campesinos, condenados prontamente a cadena perpetua, pese a la falta de pruebas. Los hechos, tanto los referentes al quíntuple homicidio como más aún a la detención de los cinco trabajadores del campo, provocaron notable revuelo en todo el país, involucrando a personajes como Unamuno o el propio Alfonso XIII, y a instituciones y partidos como el PSOE, el movimiento feminista y la masonería. Decidido, en sus propias palabras, «a buscar un ajuste de cuentas con la verdad», para resarcir de alguna manera a los descendientes de víctimas y acusados, muchos, vecinos aún de su propio pueblo, Luis Roso aborda con rigor y pasión una investigación histórica y criminal que, inevitablemente, despierta siniestras comparaciones con el infame crimen de Cuenca o los muy posteriores asesinatos de Puerto Hurraco. Spain in black.
Y es que crimen e historia, historia y crimen, van siempre muy unidos en la SN, como demuestra también la novelita, por tamaño que no por logros e intenciones, Odio (Fondo de Cultura Económica), del periodista y escritor José Manuel Fajardo, finalista del premio Espartaco de novela histórica. Una excursión a la mente tortuosa, torturada y sobre todo torturadora de dos siniestros personajes, victoriano uno (un tal Jack Wildwood, misántropo con ansias de perverso reformista social a cuchilladas) y emigrante humillado en la Francia del siglo XXI el otro (Harcha, atrapado en los confines de las sórdidos banlieues parisinas actuales, que tan bien retratara, precisamente, la película El odio), que coinciden en su perpetuo ODIO por la humanidad, que les acabará engullendo. Engullir fue la palabra clave de la presentación, que corrió a cargo del viejo amigo de Fajardo y legendario fundador de la Semana, PIT II, quien en lugar de hablar de la novela en demasía, prefirió liar al escritor en un inacabable alud de entretenidas anécdotas personales, en su mayor parte gastronómicas, bien dignas de un trasgu fartón (o dos). Si algo no hubo en este rato divertido y entrañable fue, precisamente, odio.
Pero pronto volvimos a sumergirnos en el peor y más negro México chingón, de nuevo de la mano del impagable Fritz Glockner, quien presentó al maestro y escritor original de Chiapas Gabriel Velázquez Toledo, con su espectacular y premiada novela Morir al sur (Nitro Noir), finalista del Premio Silverio Cañada a la mejor primera novela negra. Una exploración brutal de la corrupción política y social en su región nativa de Chiapas, que utiliza la intriga criminal para trazar una radiografía atípica del surgimiento del movimiento zapatista, al tiempo que cumple con todas las expectativas y más de la mejor novela negra, convirtiendo el sur de México en un nuevo pero no por ello menos sangriento escenario literario. Cuando un Fritz visiblemente preocupado le preguntó al autor si no se sentía inquieto por su seguridad personal, tras publicar su implacable novela, este contestó con ironía: «no tengo miedo, porque los políticos no leen».
Finalmente, la jornada terminó con una multitudinaria reunión en favor del feminismo, la mujer y su derecho inalienable a decidir sobre su propio cuerpo y mucho más. El debate Las derechas y los derechos de las mujeres, fue, en realidad, una celebración de las mujeres feministas asturianas que, en 2014, inundaron Madrid con una bulliciosa manifestación para impedir que el entonces ministro del PP, Ruiz Gallardón, restringiera las posibilidades de ejercer el aborto en España. Manifestación cuyo éxito rotundo constituyó una de las grandes victorias recientes del feminismo en nuestro país, de la que dejaría constancia también el libro El tren de la libertad: las mujeres decidimos (Almud), coordinado por Carmen Suárez Suárez. Ayer noche, AQ reunió de nuevo a la socialista Adriana Lastra, la activista Maricusa Argüelles, la política y diputada socialista Gimena Llamedo y la propia profesora e historiadora Carmen Suárez Suárez, asturianas todas y artífices del triunfo de aquel tren de la libertad, no solo para celebrarlo y recordarlo, que también, sino para avisar de los posibles e indeseables retrocesos en materia de feminismo y derechos de las mujeres, que en el nuevo y azulado mapa de España amenazan con retrotraernos a tiempos peores. Avisados están: las Furias pueden volver a desatarse, si el país las necesita.