Espacio AQ
Jesús Palacios
2023-07-09
Primera, larga, intensa y variada jornada en el Espacio AQ, que abrió la ya tradicional programación patrocinada por la Universidad de Oviedo, con la presentación del libro De la lucha antifranquista a los movimientos sociales (KRK) de Carlos Gordon, licenciado en Geografía e Historia por la propia Universidad de Oviedo, especializado en investigaciones exhaustivas en lo relacionado con la prensa política y sindical del periodo franquista. Presentado por su compañero y amigo, Rubén Vega García, Gordon expuso con prístina claridad y concisión el contenido de este trabajo tan erudito como apasionado en torno al Movimiento Comunista de Asturies (MCA), que desde sus inicios en la clandestinidad a comienzos de los años setenta del siglo pasado hasta principios de los noventa tuvo una influencia radical en la vida social y política asturiana. No solo en la pura y dura lucha antifranquista y el periodo de la Transición, sino también en la construcción de nuevos movimientos sociales de izquierda como el ecologismo, el feminismo, el antimilitarismo y la recuperación de los derechos lingüísticos del asturiano, hasta el momento de transformarse en la década de los noventa en una nueva entidad sociocultural con el nombre de Lliberación. Tan conciso fue Carlos Gordon en su intervención que fue la única de la tarde donde sobraron minutos para las preguntas del público, lo que, como señaló con humor Rubén Vega, es buena muestra de su claridad y precisión al ofrecer, en sus propias palabras, «un retrato colectivo de una gente y de una época con mirada de historiador y no de militante».
A continuación, aunque en tono mucho menos académico, seguimos con la historia de la España más o menos reciente, con un nuevo episodio nacional de Jacobo Rivero, Dicen que ha muerto Garibaldi (Lengua de Trapo), donde el ya veterano periodista que pasara por Abc, El País, El Economista o las tertulias dirigidas por Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, entre otros muchos y variopintos medios, combina baloncesto, crónica negra, sociología, reportaje documental, periodismo deportivo y ficción criminal, para radiografiar unos años ochenta españoles y madrileños trufados de violencia ultraderechista, intriga internacional e intrahistoria secreta, partiendo del hallazgo de un cadáver sin documentación en 2022, en el polideportivo Magariños de Madrid. El melómano inspector Padilla y la dura agente Robles deberán intentar resolver el caso, indagando en un pasado menos lejano de lo que parece, cuyas huellas y tentáculos siguen bien presentes en la actualidad. Presentado y más que bien presentado por el siempre eminente señor Juez, es decir, José Manuel Estébanez, Rivero no dejó de insinuar, siquiera sutilmente, que de aquellos barros estos lodos, mientras la sociedad española parece volverse en estos tiempos oscuros de nuevo hacia la derecha más extrema.
Volvió después la Universidad de Oviedo. con una larga, erudita y militante charla a cargo de Cristina Somolinos Molina, en conversación con la poeta y profesora Marta Mori, alrededor del tema Imaginarios, discursos y representaciones acerca de las trabajadoras en la narrativa española de los siglos XX y XXI, que sirviera como tesis doctoral para la primera, doctora en literatura por la Universidad de Alcalá. Basándose en un corpus narrativo de novelas escritas por mujeres, Somolinos expuso un recorrido histórico apasionante por la representación de la mujer trabajadora en las obras de autoras como Luisa Carnés, Dolores Medio, Concha Alós, Ana María Matute, Rosa Montero, Montserrat Roig o Belén Gopegui, trazando a través suyo la evolución del pensamiento feminista en España e incluso cómo este ha ido incorporando también las problemáticas de clase. Entendiendo a la mujer trabajadora en su más amplio sentido, que por supuesto se extiende a las antaño llamadas amas de casa y sus labores, se incidió sobre todo en la capacidad de las escritoras, especialmente en épocas en las que a veces estaban consideradas por ciertos sectores de la crítica como autoras menores, para subvertir los discursos oficiales, creando al tiempo un nuevo imaginario enfrentado al patriarcado, así como referentes para la construcción social de la nueva mujer trabajadora. Si bien, tanto Somolinos como Mori coincidieron en señalar que, al analizar la evolución a lo largo del tiempo de estas escritoras y sus obras, se puede apreciar también un cierto desencanto que evoluciona hasta la desmovilización.
No sabemos muy bien qué pensarían algunas de las escritoras mencionadas más arriba del cine porno americano de los años setenta, el a veces conocido como porno chic. Pero sí nos dejo clara su opinión al respecto el escritor de origen yugoslavo y viejo amigo de la Semana, Goran Tocilovac. Introducido de forma entusiasta por Ángel de la Calle, Tocilovic vino a presentarnos su más reciente trabajo, la novela Últimos placeres (Borrador editores), una suerte de distopía debordiana (por Guy Debord, y en palabras de De la Calle) sobre un futuro más próximo de lo que creemos, en el que una serie de personajes desesperados y fuera de su tiempo (que será pronto el nuestro), donde el sexo ya no parece interesar a nadie y menos que a nadie a los jóvenes, deciden unirse por última vez para realizar su último tango en París: la película porno definitiva y total, «la madre de todas las películas porno». Partiendo de esta anécdota inicial, y a través del personaje amoral e incluso siniestro de Luca, Tocilovic traza, por un lado, una intriga de traiciones y venganzas que sirve como metáfora del fratricidio balcánico de finales del pasado siglo, así como de vaticinio pesimista de un mañana donde las imágenes y pantallas lo llenan todo con sus simulacros, entre Baudrillard y la sociedad del espectáculo de Debord, anulando la palabra escrita. Y, por otro, una verdadera carta de amor al porno chic, inspirada en clásicos hoy impensables como Tras la puerta verde de los hermanos Mitchell o Garganta profunda de Gerard Damiano, filmes que conmocionaron la sociedad de su tiempo, encarnando de forma inaudita los valores no solo de la revolución sexual, sino incluso más allá, mostrando escenas de sexo interracial, apostando por un cine porno lleno de humor, inteligencia y sorprendentes elementos formales, narrativos y cinematográficos, a miles de años luz de la pornografía funcional, sin alma y mera mercadotecnia del sexo del porno actual de internet. Naturalmente, sin esconder su lado oscuro: la historia de Últimos placeres se mira en el espejo del caso real de los propios Hermanos Mitchell, que acabara en tragedia homicida. Tocilovac combina Boogie Nights con Blade Runner, haciendo alarde de su «melancolía y nihilismo balcánico», al que se suma su «tristeza andina», pero se despidió recordándonos que aunque el sueño del porno chic acabó en pesadilla, al igual que la idea de Yugoslavia fue conducida a la tragedia y la división en una guerra «creada por una brillante generación de criminales» y tal como la idea de una Comunidad Europea parece estar disolviéndose como lágrimas en la lluvia, siguen siendo ideas por las que merece la pena apostar. Recuerden, por cierto, que Últimos placeres no ha sido editada en España, sino en Perú y que la SN nos ofrece una oportunidad única para conseguir este libro lleno de sexo, violencia, reflexión, distopía y sexo (¿eso ya lo he dicho?). No la dejen pasar.
Y del futuro más negro, viajamos a un pasado no menos trágico y oscuro con la presentación, a cargo de Miguel Barrero, de la nueva novela histórica de otro sospechoso habitual de la Semana: Luis García Jambrina. Así en la guerra como en la paz (Espasa) cuenta un episodio de la guerra de la Independencia española, que como el mismo Jambrina confesó es relativamente poco y mal conocido, salvo en La Coruña y alrededores: la retirada en el duro invierno de 1808-1809 de las tropas británicas enviadas para combatir a los franceses, dirigidas por el general escocés John Moore, acosadas por el enemigo pero, sobre todo, por unas condiciones climáticas adversas que convirtieron su huida a través de media España, por tierras heladas de Zamora, León y Galicia, en una auténtica ordalía que costó la vida a 7000 soldados. Jambrina, en lugar de optar por la clásica narración bélica «llena de épica y testosterona», como señaló Barrero, habitual en estos casos, adopta el punto de vista de una mujer, la irlandesa Catherine Gallagher, que acompaña a su esposo en la odisea. Personaje ficticio, con quien su autor quiere dar voz a las más de mil mujeres que acompañaron a sus maridos soldados u oficiales en esta trágica aventura, a veces incluso con bebés recién nacidos, y de cuyo destino poco se han preocupado historiadores o cronistas. De ahí que el título del libro, pese a los ecos que despierta de Tolstói a Unamuno, pasando por Cabrera Infante, haga sobre todo referencia a los votos matrimoniales, que unieron a estas mujeres a sus esposos, oponiendo a la locura de la guerra la fuerza de su amor.
En fin, después de tanto pesimismo, de tanta desolación y muerte por detrás y por delante de nuestro no muy luminoso presente, recibimos con auténtico placer y alegría a ese modelo de virtudes libertarias y elegancia tanto en el verbo como en el vestir que es Michel Suárez, al que introdujo deshaciéndose en justos elogios el siempre reivindicativo y entusiasta Pablo Batalla, escritor e irresponsable de este mismo diario que ya no tienen ustedes entre sus manos. Michel Suárez vino para hablarnos de su nuevo libro De re vestiaria (Trea), verdadero manual erudito, libro de estilo (con mucho estilo) y manifiesto del buen gusto, anticapitalista y antimecanicista, que hermana contra todo pronóstico la elegancia en el vestir con el ideario libertario y anarquista más radical, rompiendo así el prejuicio y la idea nada fiel a la realidad de que el arte del saber elegir y llevar un atuendo adecuado con el máximo gusto y cuidado es propio de élites reaccionarias, conservadoras y derechistas. Muy al contrario, Michel Suárez (como hiciera antes nuestro querido Luis Antonio de Villena, pero, justo es decirlo, con mejor planta para lucirse), recordó cómo la Comuna de París, apadrinada por la Federación de Artistas, con Gustave Courbet a la cabeza, exigió entre sus derechos fundamentales el «lujo comunal». Trazó una genealogía del dandismo entendido tanto como una de las bellas artes como a modo de revolución radical y libertaria, que va desde Diderot, Hume o Erasmo de Rotterdam hasta John Ruskin, William Morris y sus hermanos prerrafaelistas y luditas de pro, pasando por Balzac y Baudelaire. Amparado en el Homo Ludens de Huizinga o en Joan Didion, en Schiller y en el abrigo de Marx, Michel Suárez concluyó eufórico con un indignado y justo exabrupto de odio total a la sociedad industrial, las pantallas, redes sociales y algoritmos, al tiempo que un elogio razonable y razonado del saber hacer artesano y artesanal, frente a la deshumanizada Megamáquina que tantas veces denunciara Lewis Mumford.
Y para terminar tan intensa jornada, nada mejor ni más polémico que la inmersión a pelo en la más radical asturianía, que vino de la mano del periodista y activista más que veterano Xuan Cándano y su ya best-seller No hay país (Hoja de Lata), presentado por el escritor y periodista Diego Díaz, con la colaboración de Nortes. Imposible resistirse, incluso cuando puedan discutirse algunas de sus posturas, al feraz verbo asturianu de Cándano, que cautivó a una audiencia entregada con su oratoria tan contundente como informada, profunda y polémica a la par que dotada de un muy sano sentido del humor. El país de no hay país, ya lo saben ustedes, es este país llamado Asturias que tanto ama y quiere Cándano, pero con el que se muestra implacable también, pidiéndole que deje ya de buscar respuestas donde no las hay, de echar pelotas fuera, culpar al pasado o el futuro, para ponerse las pilas, y tomar ejemplo de sus cuasivecinos vascos, en su capacidad para articular un discurso optimista y constructivo. Imposible resumir aquí todo lo que tocó Cándano en apenas media hora, así que tanto si estuvieron allí como si no, compren el libro, hombre, que a eso se viene a la Semana Negra.