Espacio AQ
Jesús Palacios y Rakel S. H.
2022-07-14
Entre la realidad más fantástica y la fantasía desatada flotó ayer el Espacio A Quemarropa, de principio a fin de la jornada. Comenzamos con un cambio inesperado, maldito covid de por medio, que impidió a la profesora y filóloga Carmen Alfonso impartir la charla programada con el título De ida ¿y vuelta?: mujeres migrantes en el cine y la literatura de la España contemporánea, dentro de las colaboraciones de la SN con el Vicerrectorado Extensión Universitaria y Proyección Cultural de la Universidad de Oviedo. Pero que no cunda el pánico. Su compañera Isabel Carrera, catedrática de filología inglesa de la misma ilustre universidad, quien había de oficiar como presentadora, se hizo cargo de la situación para poner al público asistente al cabo de la calle respecto al proyecto en el que ambas, junto a otros compañeros y compañeras del grupo Intersecciones, vertebran su principal ámbito de investigación actual: Strangers. Extraños cosmopolitas: mundos alternativos en la escritura contemporánea. A partir del análisis de la figura del extraño/extranjero en la cultura contemporánea y la literatura, el equipo dirigido por María Isabel Carrera y Carla María Rodríguez pretende analizar los cosmopolitismos emergentes en base a los grandes movimientos migrantes actuales, propiciando una mirada hospitalaria y abierta, a contracorriente de los discursos xenófobos que criminalizan al extraño. Utilizando obras como la serie de libros Refugee Tales, editados por David Herd y Anna Pincus, que reúnen narrativas orales de migrantes que sufren todos los avatares posibles de su condición, ordenadas en un dispositivo literario coherente que nos remite a clásicos como Los cuentos de Canterbury de Chaucer, pero protagonizados ahora por niños, mujeres, ancianos y hombres reales y anónimos en su huida de la pobreza, la esclavitud y la guerra; a través también del fenómeno viral en internet del spoken word, en el que colaboran artistas y escritores migrantes que convierten la denuncia de su situación y la de sus compañeros desconocidos en auténtica poesía; el proyecto Intersecciones despliega un arsenal de procesos alternativos de interacción y convivencia que quiere combatir eficazmente las estructuras de racismo, machismo, xenofobia y cosificación aplicadas a menudo al migrante y su condición por narrativas reaccionarias, manipuladas por determinados sectores de la sociedad. También dentro de esta labor se sitúa la publicación del libro Salvando las distancias (KRK), firmado por tres de las participantes en el proyecto, Laura Casielles, Aida Elizabeth Falcon Montes y Sara Torres, quienes reflexionan acerca del concepto de desplazamiento, literal y simbólico, ya se trate de viajes, migración o cambios culturales radicales, tratando de ampliar nuestros límites y convenciones al respecto.
A continuación, cambiamos de registro para asistir a la presentación de la nueva novela de Mónica Rouanet, Nada importante (Roca Editorial), presentada por el siempre agradable y agradecido amigo de la Semana, José Carlos Somoza. En este nuevo thriller psicológico, su autora aborda la historia de una joven que, tras sufrir un brutal ataque de violencia de género en los noventa, despierta del coma sin recordar absolutamente nada de lo ocurrido. Tanto es así que su agresor se convierte en parte de su círculo íntimo de amigos a lo largo de treinta años, a la paciente espera de concluir su trabajo. Pero, en realidad, hay mucho más detrás de lo que aparentan ser crímenes de género: la mente enferma de un psicópata, enrevesado como pocos, dispuesto a castigar a aquellas parejas que no cumplen con su ideal de relación romántica perfecta. ¡Cuánto daño han hechos las comedias románticas a las mentes enfermas!
Mentes enfermas son también, en mayor o menor medida, las que veneran el ideal de nación por encima de todo, convirtiéndolo en una suerte de nueva religión laica, capaz de imbuir a sus creyentes de un fanatismo que nada tiene que envidiar al de cruzados o inquisidores de antaño. Así al menos lo creemos nosotros y más todavía después de escuchar a Pablo Batalla, muy bien acompañado por Ramón del Castillo, presentar su ensayo Los nuevos odres del nacionalismo español (Trea), donde con estilo ágil a la par que erudito, conjuntando el rigor del historiador bien documentado con el conocedor de la cultura de masas y popular actual, el autor pasa revista al renacimiento del nacionalismo español que se vive en nuestro país, de unos años a esta parte. Un nacionalismo que nutre a su vez el resurgir de la derecha, pero que además lo hace de forma transversal, eficaz y digital, utilizando esos nuevos odres que van de las series de televisión o la moda de la novela histórica a popes de la cultura como Gustavo Bueno o Elvira Roca Barea y su best-seller Imperiofobia. A través de sus teólogos, pero también de sus misioneros y catequistas laicos de nuevo cuño populista (que con ironía comparó Ramón del Castillo con la trilogía de Twitter, Facebook e Instagram), este nuevo nacionalismo, del triunfo futbolero del gol de Iniesta en 2010 a la espantosa letra para el himno español (des)compuesta por Marta Sánchez, va calando no solo a través de la derecha, sino hasta en una izquierda que, ensimismada en sus construcciones teóricas, filosóficas y utópicas entre aulas universitarias y tesis doctorales, se ve condenada a responder hasta cierto punto entrando en el mismo juego patriotero y nacionalista, lo que es decir: rindiéndose al enemigo. Lectura fundamental para estos tiempos, antídoto necesario contra los omnipresentes cuadros de Augusto Ferrer-Dalmau, con su nostalgia academicista por los grandes hechos y héroes de la hispanidad, el libro de Pablo Batalla no solo señala el mal y el malestar que provoca, sino también su posible solución: un discurso de izquierdas que reconecte de nuevo con la cultura popular, capaz de responder en su mismo terreno a la épica nacionalista conservadora pero desde una perspectiva netamente progresista y comunitaria, orgullosa de su historia, héroes y triunfos. Algo que supo hacer muy bien la izquierda durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, pero cuyo arte parece haberse perdido.
Mucho arte hubo, sin embargo, en la presentación de Hombrecino, el delicioso librito, verdadero objeto artístico en sí mismo, autoeditado por la fotógrafa, artista y arqueóloga de la memoria histórica Susana Caballero, elogiosamente glosado por Miguel Sánchez-Moñita y Tomás Zarza Nuñez. Visiblemente emocionada, Susana Caballero, mientras por la pantalla desfilaban varias de sus estupendas y poéticas fotografías, explicó cómo el proyecto era la cristalización en formato de fotolibro de la memoria viva de su abuelo, el Hombrecino del título, quien durante treinta y cinco años llevó en el bolsillo una lista con ciento veintiún nombres mecanografiados en ella: los de sus vecinos y amigos fusilados a comienzos de la guerra civil. Sobre la base de esta lista, de los detallados recuerdos de su abuelo y de su propia investigación sobre el terreno, la fotógrafa ha construido un libro que es auténtica memoria viva y testimonio familiar transformado en universal, que quiere y consigue superar cualquier partidismo ideológico o político para erigirse en obra de arte capaz de contribuir a sanar y quizá hasta ayudar a cerrar esas heridas que siguen haciendo sangrar a nuestro país.
Según avanzaba la tarde, enfilando hacia la oscura noche del alma, el Espacio AQ se transformaba cada vez más en territorio fantástico. Tanto que uno de nosotros hubo de desdoblarse o bilocarse para estar aquí y allí al tiempo, pues fue Jesús Palacios fue el encargado de presentar a los simpáticos impresentables responsables del proyecto Choose Cthulhu, que desde las atlánticas y atlantes Islas Canarias ha conquistado el mundo entero (o al menos buena parte), con su loca idea de resucitar el formato de los libro-juegos ochenteros al estilo Elige tu propia aventura, pero a través de la recreación de las obras de Lovecraft y su universo de los Mitos de Cthulhu. Edward T. Riker, pariente, por supuesto, del teniente Riker de Star Trek, también conocido por sus vecinos de Santa Cruz de Tenerife como Eduardo Pérez, explicó con pelos, perdón, con tentáculos y señales el origen, gestación y éxito de este aparentemente descabellado proyecto de crowfunding, que se ha convertido en semillero de premios y llegado hasta los mismísimos Estados Unidos. El secreto de su triunfo: dirigir su mirada no a los niños y adolescentes de hoy, que no tienen ni poca ni mucha idea de qué demonios es un libro-juego, sino a sus padres y hermanos mayores, ávidos de nostalgia por los años ochenta y noventa. Pero esto solo no vale, hace también falta la colaboración de otros autores tan expertos, entusiastas y conocedores como Leandro Pinto, argentino de nacimiento pero canarión (es decir: de Las Palmas de Gran Canaria) hasta el corazón. Él ha sido uno de los encargados de escribir buena parte de los libros, llevando esforzada y respetuosamente la narrativa lovecraftiana al formato y estructura del juego «elige tu propia aventura», lo que en el mundo de Lovecraft vendría a ser «elige tu propia forma de morir espantosamente o perder la cordura». Como no hay reunión de canarios donde falte un Ayoze, se sentó también a la mesa el responsable de márquetin y otras hierbas, Ayoze Suárez, pero apenas si sus socios le dejaron abrir boca, con lo que tuvimos que irnos con la música de Erich Zann a otra parte, mientras se preparaba el fin de fiesta.
Y menudo fin de fiesta. Haciendo nuevamente doblete (o triplete), le tocó ahora a Jesús Palacios moderar una mesa redonda bien alargada y más bien oblonga, formada por un selecto grupo de autores y una autora: José Carlos Somoza, Leandro Pinto, Marcelo Guerrieri, Mónica Rouanet y Víctor Claudín, quienes intentaron y casi consiguieron definir lo indefinible: Lo fantástico tan diferente, tan literario (no me pregunten qué quiere decir tamaño epígrafe). Partiendo de la visión personal de cada uno de ellos acerca de qué es lo fantástico y por qué se han sentido tentados a cultivar este género de géneros tan degenerado como esquivo, se abordó la naturaleza de la realidad, los márgenes de lo fantástico, los prejuicios de antaño y de hogaño hacia la literatura fantástica, el extraño caso de argentinos y rioplatenses, para quienes toda literatura es fantástica o casi, lo injusto de taxonomías siempre necesarias pero siempre inexactas… Y todo parecía ir sobre ruedas hasta que Mónica Rouanet confesó que ella había escrito una novela de fantasmas porque había visto uno, y entonces se desató el infierno. Jesús Palacios, travestido en Carmen Porter, tuvo que mediar entre el ovni divisado por José Carlos Somoza, las grandes preguntas sobre el Más Allá, las pirámides, la teoría de cuerdas y los caníbales que se comieron al Capitán Cook, mientras quedaba claro que la realidad está sobrevalorada. Así la Carpa de AQ se convirtió, en la crepuscular hora del lubricán, en una puerta a otra dimensión. Esperemos que vuelvan mañana los que la traspasaron. O no.