Ecuador
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Arantza Margolles Beran
2024-07-10
En mis tiempos (¿y cuáles son los tiempos de uno, y por qué siempre se asocian a la caótica juventud y no a los mejores años de la vida, aquellos en los que se cruzan brevemente la experiencia, la salud y el dinero?), allá a finales de los 90 de, ¡glups!, del pasado siglo, ‘Ecuador’ era una canción. Una de esas canciones de trago corto, luces ultravioleta y olor a las esencias de miles de sudores colmatando una pista de baile circular. El sabor de las palabras va cambiando con nosotros y ahora, para mi, ecuador es esto. Han pasado cuatro días desde el inicio de la Semana Negra y tan solo quedan cuatro más. Mi predecesor en este humilde cargo de directora de decano, Pablo Batalla, me preguntaba ayer cómo llevaba esta fecha clave en la trayectoria de cualquiera que pase por cualquier trabajo en el festival. Al cuarto día te quiebras o resistes como un junco que se dobla aunque siempre sigue en pie. Aquí me tienen, prueba suficiente de que aguanto. Pero escuchen: es que aquí es fácil aguantar.
Es fácil porque todo en la Semana Negra es pasión. Pasión por los libros, por la cultura, por la literatura y, sobre todo, por su propagación; por la democratización de las letras y del pensamiento. Pasión de convivir, de evitar el confrontamiento. Una, que ya está también el ecuador de su vida, o eso espero, ha pasado por muchos trabajos, por bastantes jefes, por no pocos colegas, por menos compañeros, y en pocos sitios el ambiente es mejor que este. Todo rueda, todo marcha. Con una sonrisa, siempre. Siempre he creído que las personas que disfrutan de la lectura, de ese ejercicio eminentemente solitario y silencioso, son aquellas que más paz albergan en un interior con el que, en el fondo, están más que acostumbradas a convivir, a entenderse. Sí: en mis tiempos, Ecuador no era más que una canción de tantas; si acaso más persistente en el tiempo. Hoy, esa palabra significa que mi sitio está aquí. Con ellos.