Educar en tolerancia para prevenir los fascismos
2024-07-10
Con la más sincera de las emociones, la de los más pequeños, arrancó la programación de la Carpa de la Palabra con Victoria sin cuerno, un cuento hermosísimo de Marta Pastur por medio del que los niños aprenden a relativizar las diferencias con la historia de Victoria, la rinoceronte sin cuerno. Presentada por David Acera, nuestro especialista en narración y cuentos para niños, Marta leyó su libro y aseguró, en el coloquio posterior, haber dudado en si elegir un elefante o un rinoceronte como protagonista. Quería que fuera un animal grande y fuerte que, sin embargo, pudiera demostrar fragilidad. La maestría de Pastur y Acera impresionó a los más pequeños presentes, tal vez en su primera experiencia en la Semana Negra. Que la ilusión -y el amor por la lectura- les dure muchos años más.
Después se subió al escenario Alicia Álvarez, ahora no ya como el 50% de Pauline en la Playa (eso sera el jueves 11, a las 22.30 horas, en la Carpa del Encuentro) sino como la mente pensante de Asturianes, un libro que no solo va de Asturias sino que también hace país: su editorial, La Fabriquina, busca siempre que todos los procesos sean llevados a cabo en Asturias. La selección de mujeres -le preguntó por ello David Acera– se hizo pretendiendo que estuvieran representadas todas las zonas de Asturias, por un lado, y también el presente, del que suelen adolecer todas estas recopilaciones de mujeres pioneras. Esta que les escribe entona el mea culpa por la parte que le corresponde, porque Álvarez tiene razón. Precisamente por eso su libro es, también, pionero, también por el uso del formato del álbum ilustrado, «que siempre hemos asociado a la infancia, pero que aquí María Ortiz crea para todos los seres humanos».
«Es importante no solo que se conozcan las historias de estas mujeres, sino que se vean sus caras», afirmó Álvarez. La de Julia Alcayde, por ejemplo, no solemos tenerla en mente, y visibilizarlas tiene, también, una importancia que no siempre solemos tener en cuenta. El «espíritu pop, fresco, inmediato» de Ortiz lo hace, y lo borda. Asturianes, se lo podemos asegurar, va camino de ser el nuevo El arte de cocinar: el libro que todo asturiano, y asturiana, debería tener en su casa. A buen seguro más pronto que tarde será así.
Triple salto mortal para David Acera, que no dio frenada y siguió presentando libros (y si no fueron más fue porque Todo al negro tenía que empezar a las 19.30). A las 19 le tocó el turno a Reyes de la montaña, de Daniel Hernández Chambers, premio Edebé de Literatura Juvenil 2024 y que coloca a un grupo de jóvenes internos en un centro para chavales de familias desarraigadas en la cima de una montaña que, aún con sus condiciones extremas, parece más apetecible que el mundo que está ahí afuera. ¿Será mejor quedarse y reinar en la montaña? Con claras influencias de El Señor de las Moscas, que el autor reconoció como una de sus referencias, la novela busca demostrar que «cualquier sociedad está hecha de seres completamente diferentes entre sí».
Mucho se ha debatido en lo que llevamos de SN sobre lo que supuso la Movida como bálsamo adormecedor en los inmediatos años de la Transición. No es el caso que ahora nos ocupa, porque en Divas LGTBI. La importancia de la música en la visibilidad del colectivo la música tiene un aspecto positivo: cómo voces como Rocío Jurado, Raffaela Carrá o virtuosos como Raimundo Amador (que una vez tocó, por cierto, en La Santa; poquito, pero tocó) han influido en visibilizar, de una forma u otra, al colectivo LGTBI. Estuvieron presentes la cincuenter Yolanda Lobo, Pedro Ángel Sánchez, autor de Nada es eterno salvo la Carrà, y Álvaro Valle, quienes, desde una perspectiva intergeneracional, analizaron el compromiso de los artistas con el colectivo. No necesariamente de los, llamémoslo así, ‘popes’ del movimiento, porque hay muchas sorpresas que nos quedan por recordar. ¿Sabían, por ejemplo, que allá donde la ven Rocío Dúrcal estuvo en la cárcel y militó en el PCE?
Pues sí. Y todo eso confluyó en Madrid. Pero con matices. Convinieron los presentes en que el éxito del orgullo en Madrid no es porque la ciudad sea más moderna, sino porque allí la gente «de provincias» se siente protegida en un anonimato tristemente aún necesario. «Cuando comenzó Chueca, todos los locales eran feísimos, un horror: pequeños, cutres», recordaba Yolanda Lobo, alma máter de La Santa Sebe, histórico bar ovetense que poco tuvo que ver, para bien, con todo aquel primer Chueca lleno de lo que parecían, más bien, «tiendas de bocadillos». La reconversión del barrio sigue hoy en día, reciente aún el nombramiento de una plaza para Raffaela Carrá. Miren un dato curioso que contó Valle: la Carrá era una fanática de El Corte Inglés, y, concretamente, de su sección de electrodomésticos, sobre todo de los pequeñitos: las cafeteras, por ejemplo.
Salió el nombre de María Jiménez, de su condición de víctima del mal trato; pero también del de Mari Trini y Cecilia. «Se las machacó», recordaba Lobo. Por marimachos, por formar parte de un colectivo dentro del cual, sin embargo, también fueron invisibles. La misma Lobo reconoció que las lesbianas no resultaron beneficiadas ni siquiera del purplewashing. «Todo el mundo dice: tengo un amigo gay, está esa campaña del ‘lleva a cenar a un gay’… ¡y a mi nadie me ha invitado a cenar!». Y más allá. «Si la Santa la hubiera llevado un gay, hubiera tenido todos los premios». No hubo polémica porque sus compañeros concordaron. «A veces lo copamos todo», reconoció Sánchez. Fue una charla interesante. Y necesaria.
De periodista a periodista. A las 20.30, Miguel Rojo, director de la sección de Cultura de El Comercio, presentó a Fernando Méndez con su La vida mientras luchamos, un trepidante thriller que nos traslada a principios de los años 60, a la isla de Lanzarote y a la sucesión de una serie de muertes y lesiones permanentes que pronto se descubrirán producidas por el consumo de ciertas bebidas. Tal vez la trama les recuerde al escándalo del aceite de colza, y no van mal encaminados, pero no: el libro de Méndez está basado en un caso real de envenenamiento masivo durante el franquismo, que resultó en más de medio centenar de muertos oficiales. Búsquenlo: se llamó el caso del metílico. O, mejor aún, disfruten de la prosa de Méndez y, de paso, indaguen sobre este episodio desconocido de nuestra historia.
Importante afluencia para el Trumpismos de Miguel Urbán, que arrancó con la introducción del representante del colectivo de las Seis de la Suiza. Les recordamos que están, y estarán, en esta Semana Negra, identificados por sus camisetas naranjas, para quien quiera acercarse a ellos (y ellas) y apoyar el caso. Después ya arrancó Urbán, el autor, con una radiografía de la extrema derecha y de esa nueva ola de autoritarismo reaccionario representada, innegablemente, por el perfil de Donald Trump. Literal -ilustra la portada del libro- y figuradamente. «No estamos ante un sarampión europeo, estamos ante un fenómeno global», advirtió a Urbán: la cosa llega a Filipinas, Indonesia o Turquía y tras ella subyace la proliferación de políticas literales con la crisis del 2008. El ascenso al poder de Trump, en 2016, «consiguió pasar un magma reaccionario en los márgenes del sistema» a la internacionalización. En otras palabras, muy gráficas: «Trump permite que Bolsonaro pueda ser Bolsonaro; que Meloni pueda ser Meloni y que Milei pueda ser Milei»
¿Acaso es que los fascismos han vuelto a florecer? Urbán planteó esta reflexión ante un público entregado. Su obra busca los puntos en común entre ambos movimientos, los fascismos que fueron y los que son, pero también las diferencias que hacen que, en su opinión, los de la actualidad hayan de ser englobados, más bien, dentro del paraguas del neofascismo. La diferencia es importante, porque «las tareas y las lecciones son otras». Sobre el uso excesivo, inflamado, del término fascismo, advirtió que acaba por banalizar lo que realmente fue. Agudas reflexiones, y muy clarificadoras, al caer ya la noche -plomiza, oscura, como los tiempos que se avecinan si no se ataja el problema de los trumpismos– de la Semana Negra.