Del género al Sáhara, pasando por la literatura más negra
2024-07-12
El futuro y la experiencia se dieron cita en la primera sesión de la Carpa de las Culturas, a las 18 horas, en la mesa redonda Lliteratura de xéneru n’asturianu, que moderó Rafael R. Valdés, responsable de la colección Calume de traducción en ediciones Trabe. Se hablaba, en efecto, del género, pero todos matizaron. Así, el filólogo Pablo Barrio, autor de Xugar a nada, recordó a Kurt Vonnegut -que hace unos días nos recomendaba Leticia Sánchez en nuestra sección de libreros- para poner en duda la necesidad de encajonar las letras, ya sean estasasturianas o no. Le siguió Beatriz Quintana, que no destierra el género, pero prefiere hablar de literatura temática. «Yo escribí una obra que consideraba d’aventures, y tol mundu pensó que yera de terror», afirmó, entre risas. «Pero, al final, lo qu’importa ye que te llean«.
Le va a la zaga Blanca Fernández Quintana, colaboradora en este A Quemarropa. La yerbata, premio Enriqueta González Rubín (galardón que también ostenta Quintana), rompió una lanza por todas aquellas obras que, englobadas dentro del género de la fantasía o de la ciencia ficción, sufran las consecuencias de esa etiqueta . «Escribir una novela de ciencia ficción», recordó Adolfo Camilo Díaz, pionero de la literatura negra en asturiano con el detective Xabel Peña, «yera ser encasilláu fuera de l’alta lliteratura, magar que naide nun entendería la lliteratura ensin el gran Franz Kafka». Hablaba de los 80, pero podría ser hoy. ¿Abolirlo? Ni tanto, ni tan poco. «A veces nun participo del xéneru, pero respétolo, pa poder respirar», afirmó.
No es su primera novela, pero sí la primera policiaca. Antonia Lassa abordó el género con entusiasmo pero también con «la precaución de la primeriza» para su Llevar en la piel, presentada a las 19 horas en la Carpa de las Culturas. Y, sobre todo, «por respeto a un género que se echa a la calle», que trata lo que normalmente intenta apartarse de la mirada. En Llevar en la piel, el asesinato de una anciana millonaria es el punto de partida para una obra que Garrido definió como «experimental», aunque en ella Lassa trate temas a los que está acostumbrada. No en vano Albert Larten, el detective encargado de investigar el caso, es, como ella misma al salir de su piel de escritora, un amante acérrimo del vino; se aborda, asimismo, la identidad sexual. El género, el «cómo nos construimos de cara a los demás». «Explorar la posibilidad de que seamos más de uno», explicó.
La esperada tercera entrega de la inspectora Marcela Pieldelobo (y la séptima novela de su autora), Mejor muerto, de Susana Rodríguez Lezaun, se presentó con la introducción de Paco Gómez Escribano a las 19.30. «Marcela es un puñetazo en la mesa», definió Lezaun. Un puñetazo porque Marcela es, en definitiva, una mujer real, con días malos y días peores, mandona, amante de su trabajo y de mal carácter. Pero dispuesta a todo con tal de cumplir: «Yo no sería su amiga, pero pondría mi vida en sus manos sin dudarlo, porque la víctima merece justicia, sea quien sea». Y es que en este caso tampoco nos cae bien: se trata de Francisco Sarasola, promotor inmobiliario, tiburón de la especulación más atroz, que es secuestrado a cambio de una «mordida» de un millón de euros.
La fortaleza de los personajes -ambos- han obligado a Susana Rodríguez Lezaun a hacer una novela más coral que en las anteriores entregas de Pieldelobo. Y bendita obligación. Revoloteando sobre la trama, dice su autora, el drama del derecho a una vivienda digna, vulnerado «con la connivencia de empresas, partidos, sindicatos». Un ‘pelotazo’ de viviendas sociales -creímos entender que real, aunque ojalá no lo fuera- al precio poco popular de 225.000 euros le sirve a Lezaun para «pegar un puñetazo en la mesa» y reivindicar la novela negra como un modo de concienciar. Atentos a esta relación entre literatura y militancia, porque ayer la tuvimos muy presente en muchos de los actos de la SN. Y fue interesantísimo.
A las 20 horas conocimos Un crimen en línea recta, del pamplonés Fermín Goñi, que ha sido finalista a varios de los premios de la SN de los últimos años y este año vuelve a serlo con una obra ambientada a caballo entre Londres, la ciudad donde reside su protagonista, Marta, y la urbanización de lujo The Four Seasons, en Majadahonda. Le presentó Alfonso Mateo-Sagasta.
Estaba planeado que a Esther Abellán la presentase solo Mariano Sánchez Soler para dar a conocer su Fue suficiente, pero a última hora se les unió Carlos Salem. Protagonizada por una poeta que la autora confiesa ser una suerte de ‘alter ego’, la novela narra la huida de una víctima de violencia de género al pueblo de Baladre, con la intención de emprender una nueva vida. Ya lo vimos, hace un par de años, en As Bestas: esa idea no siempre sale bien. Con Fue suficiente, Abellán defiende haber intentado «cerrar el círculo. Todos los relatos son una muestra de su forma de ser, de su forma de vivir».
A las 21 horas llegó el último acto en la Carpa de la Palabra, y también el momento de la reivindicacion, con la charla Pueblo saharaui: cuatro escenarios para una misma lucha, que impartió el experto José Ignacio Algueró bien acompañado por Gonzalo Olmos, miembro del OAPSO (Observatorio Asturiano para los Derechos Humanos en el Sáhara Occidental). Algueró, didáctico y claro, explicó que la inacción de la ONU favorecía el alargamiento de un conflicto en plena hamada, «el desierto pedregoso; el más duro de todos». Allí, hacía medio siglo, «no había nada». Solo a partir de 1975 se pobló la zona por la llegada de refugiados saharauis que huían de los ataques de la aviación francesa y el fuego del ejército marroquí. Solo en Tinduf el Frente Polisario encontró una forma de pelear contra el invasor sin que la desigual capacidad en hombres y en armas hiciera mella: era una vía de acceso al Sáhara occidental por la que entrar a atacar al ejército marroquí resultando indemnes, por pertenecer este terreno a suelo argelino. Desde entonces hasta ahora, el problema sigue. Se calcula que cerca de 175.000 personas viven -el conferenciante preferió emplear el término sobrevivir– en los campamentos del Sahara, bebiendo agua de tanques de plástico que no garantiza sus condiciones sanitarias y que, en época de lluvias torrenciales, se transforman en focos de infección. ¿Hasta cuándo?