¿Quién anda por ahí?
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Olga Lobo
2024-07-10
—¡No corras, tía, que no te sigo!
—No necesitas seguirme —respondió Natalia, apretando el paso cuando ya llegaban a la entrada— tía, tú lo que necesitas es echarte un buen polvo.
—A ver, lo del polvo no te lo discuto, pero no me cambies de tema—¡Alina Reyes! —gritó Lucía, a la desesperada, esperando que el nombre tuviera algún efecto en el comportamiento de su amiga. No se equivocó.
—¿Quién te ha filtrado ese nombre? —Ya en el hall de la estación, Natalia se detuvo en seco, se giró y la miró con desconcierto.
—Vámonos, rápido, déjame comprar los billetes rápido y vámonos.
—Pero ¿qué pasa, Tali? No me asustes.
—Nada, nada, no mires —mientras compraba los billetes en la máquina, Natalia le explicó a su amiga la razón de su inquietud— cerca del café hay un tipo que lleva meses aburriéndonos con una historia de pasajeros desaparecidos; por lo visto, se pasa el día en el café contando la gente que sale y entra en la estación y nos pide que avisemos a todas las estaciones del país. Menos mal que los compañeros le han impedido hasta ahora que venga a mi despacho, que quiere hablar con un superior, no te lo pierdas; no me conoce, pero tengo miedo que en una de sus visitas me haya visto y venga a acosarme con esto, era lo que me faltaba. Está claro, nos volvimos todos locos… tú necesitarás un polvo, pero yo necesito vacaciones, que con este tiempo de mierda vamos a acabar convertidas en ajolotes, hasta escamas nos saldrán … Mira, a la vuelta de Oviedo, nos tomamos unos vinos y nos organizamos un viaje para cuando todo esto se arregle ¿vale? Necesitamos sol y mojitos, que ya más que blancas estamos verde alga… Y ahora dime ¿cómo sabes lo de la Alina Reyes, tía? ¿quién te lo dijo?
—Nadie, Tali, piensa un poco. En la redacción sabemos que habéis encontrado a una mujer deambulando por el Rinconín, afirmando ser una reina en busca de su doble, que dice que es igualita a la estatua de la Madre del emigrante. Piensa un poco, joder, tú también habrías sabido su nombre antes de que ella os lo dijera…
—Es solo un delirio, Luci, no puedes creer que esa mujer está bien de la cabeza…