Cerebro reptiliano
Jesús Palacios
2024-07-13
CRÓNICAS REPTILIANAS IX
Redactadas por el agente Sobek
(alias humano: Jesús Palacios)
Ya estamos hartos. Una cosa es que se nos vea y describa como siniestros, sinuosos y sibilantes invasores cambiaforma, y otra que se nos atribuya el aberrante comportamiento de los propios seres humanos. Sí, lo han leído bien: no son pocos los teóricos de la psicopatología criminal, neurocientíficos y criminalistas varios, profesionales y aficionados, que insisten en que los asesinos psicópatas, fríos, calculadores y rapaces, actúan guiados principalmente por la zona de sus cerebros conocida como complejo-R o, más vulgar y popularmente, como “cerebro reptiliano”. ¡Venga ya!
Aprovechando que este marco incomparable de la Semana Negra siempre ofrece un buen repertorio de psicópatas asesinos, tanto ficticios como reales, que se pasean por las páginas de muchos de los libros presentados, así como también por la feria misma, llena de interés para un cazador oportunista, quiero poner fin a esta insultante comparación. Puede que, en efecto, los humanos posean, dentro de ese modelo del cerebro triúnico propuesto en los sesenta por el neurobiólogo Paul MacLean, un estrato cerebral, aparentemente el más antiguo y primitivo, formado principalmente por el tronco encefálico y el cerebelo, similar a nuestro propio cerebro reptiliano. Pero de ahí a deducir que es esa zona la que domina el comportamiento de los asesinos psicópatas y otros sociópatas de pro, va un mundo, o varias galaxias, vamos.
Ciertamente, nosotros, como nuestros antepasados y parientes reptiles, estamos dominados por un cerebro fundamentalmente instintivo, que controla el comportamiento y pensamiento directamente necesarios para la supervivencia, de forma automática y autónoma. Es gracias a ese complejo-R que somos máquinas casi perfectas de adaptación al medio. Nuestras sangre fría nos permite vivir en climas y mundos extremos donde un humano apenas duraría un suspiro. Somos expertos cazadores, dotados para el camuflaje natural, la visión nocturna, la mirada hipnótica y el ataque súbito y mortal. Prácticamente omnívoros, nuestras mandíbulas y estómagos devoran y procesan carne, pescado, huesos, insectos, vegetales, aves y hasta neumáticos. Algunas de nuestras parentelas, ciertos lagartos y sobre todo ofidios, poseen la capacidad de inocular venenos mortales con sus afilados colmillos. Pero todo esto es, como demuestra nuestro comportamiento profundamente ético e irreprochable, simple y llanamente, nuestra naturaleza, sin ningún rasgo patológico y mucho menos morboso, sádico o cruel.
Supongo que para los mamíferos de dos piernas es reconfortante pensar e intentar convencer al resto de sus congéneres de que los asesinos psicópatas, tanto seriales como masivos u ocasionales, así como todos los sociópatas con los que conviven en sus familias, trabajos y entornos, son más reptilianos que humanos. Que si sus ojos no parpadean como los de las iguanas (pero es que, señores: las iguanas no tienen párpados), que si son fríos como los reptiles (es que somos seres de sangre fría), que si son depredadores sin conciencia como nosotros (somos depredadores, sí, pero solo por supervivencia, nunca por placer), que si su hipocresía es propia de quienes derraman lágrimas de cocodrilo (lágrimas producto de presionar las glándulas lacrimales de nuestro primo cocodrilo al respirar y comer al mismo tiempo)… En fin, que si son camelónicos, venenosos, fascinadores, primitivos, sinuosos y todo un repertorio de adjetivos que también se aplican a menudo a los muchos y diferentes miembros de la gran familia reptiliana.
Pues se acabó. Lamento decepcionarlos, pero por muchas similitudes que se busquen y si se buscan, claro, se encuentran, todo esto es pura filfa, simple abracadabra antropomorfizante para no asumir responsabilidades. Nosotros, reptiles y reptilianos, no matamos por placer erótico, no tenemos tendencias sadomasoquistas, no somos maquiavélicos ni obsesos sexuales, no jugamos con nuestras víctimas, no mentimos a nuestros semejantes —y los humanos, por suerte, no son nuestros semejantes—. Sobre todo y por encima de todo, no matamos por el poder, eso que subyace en todo comportamiento psicopático criminal o no: dominar, humillar, aplastar al prójimo para satisfacer nuestros complejos, taras, traumas y carencias, tanto físicas como psicológicas. Nuestro cerebro ES reptiliano, el vuestro ES humano, por mucho que compartamos algunas características similares.
Nuestra respuesta al tronco encefálico y el cerebelo es natural, evolutiva, simple y funcional. Los vuestros están rodeados por el sistema límbico y el neocórtex, por una compleja sociedad humana con sus reglas y regulaciones, por la capacidad de elegir entre el bien y el mal aunque no se los pueda distinguir. Por el libre albedrío ante la amenaza de la cárcel, el centro psiquiátrico o hasta la pena de muerte. P13 Así que, por Dagon y los hijos de Yig, dejen ya de culpar a su cerebro reptiliano del mal que los hombres hacen. Que es mucho y por mero placer, mientras nosotros, como pronto descubrirán, matamos solo… para comer. Hisssss Hisssss.