Por muchos años más
La Semana Negra de mi Vida
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Elia Barceló
2024-07-12
La primera vez que me invitaron a la Semana Negra de Gijón (en aquella época no había que precisar “de Gijón”, porque no había ninguna otra Semana Negra) fue en 1996. Hace nada más y nada menos que veintiocho años; yo aún no tenía cuarenta. Las dos nos hemos hecho viejas juntas, pero nuestra relación de amor sigue vigente. Creo que en todo ese tiempo solo he faltado tres veces, y las tres veces por causas ajenas a mi voluntad (una de ellas fue el Covid, por poner un ejemplo evidente).
Tengo tantos recuerdos de tantas semanas que me resulta muy difícil elegir uno solo porque en cada edición he tenido momentos maravillosos, he conocido a personas que se han convertido en amigos y amigas al correr de los años, me he reído hasta las lágrimas y el dolor de estómago, he llorado con gente querida por cosas que no se pueden contar aquí, he subido a la noria casi todas las veces para ver el recinto y el mar desde lo alto, he presentado montones de novelas, he sido jurado en varias ocasiones, he comprado montones de libros, y sus autores y autoras me los han dedicado, he llevado talleres de escritura para jóvenes de donde han salido escritoras y escritores que ahora son colegas míos, he visto bodas los sábados en la plaza del ayuntamiento y en la iglesia de San Pedro, he comido pulpo y oricios y pastel de cabracho y los maravillosos garbanzos amariscados del Hotel Don Manuel y la fabada de mi amiga Marta, que es la mejor del mundo, he traducido y acompañado a escritores ingleses, estadounidenses, franceses y alemanes, he concebido aquí el germen de historias que se han convertido en novelas de éxito, me he tomado la caipirinha tradicional en el mismo bar con el mismo grupo de amigas año tras año entre risas y confidencias, he disfrutado del mar, de las espichas de disfraces que hacíamos el primer fin de semana los frikis de la literatura fantástica y de ciencia ficción, he dirigido y participado en una versión descacharrante de “La venganza de Don Mendo” en la que todos los papeles eran interpretados por novelistas (Alfonso Mateo Sagasta, Juan Miguel Aguilera, José Carlos Somoza, Rafael Marín, Susana Vallejo…). Por mi vida en la Semana Negra han pasado autores como Rolando Hinojosa-Smith, Luis Sepúlveda, Ángel González, Juan Gelman, George R.R.Martin, Peter Straub, Brian Aldiss, Connie Willis, Angelica Gorodischer, Alicia Giménez Bartlett, Rosa Montero, Valerio Manfredi, Laura Grimaldi, Fred Vargas, Daniel Mordzinski y muchos más.
En los primeros años veníamos a Gijón desde Madrid en el Tren Negro, un tren solo para nosotros: novelistas, poetas, cantantes, periodistas, fotógrafos, autores de cómic… gentes del honrado gremio de escritores, como nos llamaba el gran Paco Ignacio Taibo II, el inventor y director de la Semana, que nos capitaneaba, junto con su mujer, Paloma Saiz, que dirigía con firme mano de terciopelo la organización y las oficinas en unos tiempos sin internet y sin móviles. Había rueda de prensa en el mismo tren y el Yampi tocaba su guitarra y nos hacía cantar, entusiasmados, canciones que luego repetiríamos de madrugada en la terraza del Hotel Don Manuel.
Hacíamos parada en Pola de Lena y allí nos agasajaban con una espicha a la que nos conducían paseando por el pueblo, acompañados por un grupo de gaiteros. Y al llegar a la estación de Gijón, había una banda de música esperándonos y un montón de gijoneses alegres deseosos de que llegara el momento de cortar la cinta negra en el Parque de Isabel la Católica y pudieran empezar las tertulias, los debates, las presentaciones de libros, los talleres, las exposiciones, las actividades no literarias, entre las que se contaba el gran castillo de fuegos artificiales con música la noche del sábado, junto al mar. Desde entonces he estado en muchos festivales literarios, pero en ninguna parte he visto esa explosiva mezcla entre lo lúdico, lo literario y lo gastronómico que hace única a la Semana Negra de Gijón; esa voluntad de unir a los creadores durante unos días para que, de esa convivencia, surjan nuevas ideas y proyectos que cristalizarán a lo largo del año; ese concepto revolucionario para las artes que no consiste en presentar libros y tratar de venderlos, sino en honrar y estimular la creación en todas sus modalidades.
Ha habido muchos cambios, muchas ubicaciones, muchas fases en la Semana Negra. A quemarropa nos ha acompañado año tras año, primero en papel, en diarios repartidos por bandadas de chicas y chicos jóvenes, como alegres golondrinas; luego en digital -la verdad es que me gustaba más antes-. Mori nos hizo cientos de fotos hasta que un día dejó de estar, igual que dejaron de estar Lucho y Justo y Fernando y tantos imprescindibles. El equipo ha ido cambiando también después de tantos años, pero el espíritu permanece, y eso es lo importante.
Mientras tanto hay semanas negras en todas las regiones de España, cada una con su estilo y su carácter, pero la Semana Negra de Gijón es única y siempre lo será. No solo por ser la primera, sino porque es la mía, la que, como decía el querido e inolvidable Justo Vasco, me daba y me sigue dando el chute de oxígeno necesario para querer seguir escribiendo un año más pase lo que pase, contra viento y marea. Dentro de poco, hará treinta años que vengo a Gijón en julio, desde aquel lejano 1996. ¡Ojalá queden muchos aún!