Una jornada oscura y negra
Jesús Palacios y Rakel Suárez Hernández
2024-07-10
Tarde negra para la Semana ídem, en la que se conjugaron circunstancias atmosféricas y futbolísticas para complotar contra el buen desarrollo de la jornada. Pero… ¡quiá! Ni la SN ni la carpa de AQ se arredran por tan poca cosa y quienes pasaron ayer por allí, que no fueron tan pocos como se podría suponer, atestiguarán que tuvimos intensa sesión de charlas, presentaciones y debates de altura intelectual tan eminente como agradecidas de escuchar y presenciar. La cultura para quien la trabaja… Los demás, al fútbol.
Con aires tan reivindicativos como negros, pero también muy emotivos, se abrió la tarde en AQ contando con la presencia de la activista independentista y escritora catalana Núria Cadenes, que vino a presentar la reciente traducción al asturiano de su premiada novela Guillem (Suburbia). Junto a su introductor, el historiador y experto en lengua asturiana Rafael Rodríguez Valdés, y al traductor de la obra a este idioma, Miguel Sánchez Canella, Núria nos retrotrajo a los fatídicos hechos ocurridos el once de abril de 1993, cuando el joven militante antifascista e independentista Guillem Agulló i Salvador fue asesinado en Montanejos, pueblo de la Comunidad Valenciana, por un grupo de neonazis, uno de los cuales, Pedro Cuevas, le asestó una puñalada mortal.
El suceso, que conmovió no sólo a la familia de la víctima, sino a todo la izquierda dentro y fuera del ámbito valenciano e independentista, dando lugar ya en su momento a una novela del escritor Jaume Fuster, solo sería superado en su infamia por la absolución de la mayoría de los acusados, la condena de Cuevas a catorce años de los que solo cumpliría cuatro, desestimando la judicatura arbitrariamente y contra toda evidencia la naturaleza política del crimen, y la resultante criminalización del propio Guillem, así como el acoso al que ha sido sometida su familia por parte de simpatizantes de extrema derecha a lo largo de todos los años transcurridos desde entonces.
Núria Cadenes, utilizando un estilo documental y coral, que se sirve de las declaraciones y testimonios de los padres, amigos y allegados de Guillem, así como de las noticias periodísticas, informes policiales y artículos publicados en diarios locales y nacionales, combinándolo todo en una narrativa única, potente y lo más cercana posible a la realidad, muestra descarnadamente la impunidad con la que actúan los grupos criminales de extrema derecha, amparados a menudo por la actitud de jueces y fuerzas del orden.
Aunque en un principio Núria había pensado titular su libro 11 de abril del 93, los padres del joven la ayudaron a entender que de ese modo “solo estaría recordando a sus asesinos y no a su hijo”. Y así fue como vio la luz Guillem en 2020, consiguiendo el premio a la mejor novela en el festival Valencia Negra de ese mismo año, para llegar ahora hasta nosotros vertida, como no podía ser de otra manera, al asturiano, pues, como señaló su traductor: “Guillem aporta a nuestra literatura en lengua asturiana un formato especial, como es el de la novela documental”. Casi al borde de las lágrimas, su autora dejó muy claro que mantener viva la memoria de Guillem es también recordatorio de que la resistencia contra el fascismo y el terrorismo de extrema derecha, así como contra los poderes que los amparan, no sólo no ha terminado sino que es absolutamente necesario que siga viva: La lluita continua.
Era momento de aligerar la carga emocional, pero, por supuesto, sin salirnos de lo negro y criminal. Era el momento de… ¡Malenka! Pero no de la vampira de Amando de Ossorio, sino de la escritora Malenka Ramos, que desde su puesta de largo en 2014, con el inicio de su trilogía Venganza, llena de misterio y erotismo, se ha convertido en una de las autoras más prolíficas del género en nuestro país. Ayer, presentada por la escritora asturiana de novela negra Carlota Suárez, se trajo con ella El asesino de la máscara Noh (Contraluz), un macabro enigma que arranca con el descubrimiento en Barcelona de dos cadáveres de mujeres asesinadas a quienes les han arrancado parcialmente el rostro para cubrirlo con una máscara del tradicional teatro Noh japonés. Y para colmo, junto a una de las víctimas aparece también la documentación de la ex novia del inspector Andreu Martí —¿A quién nos recuerda ese nombre…?—, quien se ve así directamente implicado en el caso más extraño de su carrera.
Un caso que da pie a Malenka Ramos para introducir en el libro toda su pasión por Japón, país que conoce personalmente, por el que siente una fascinación casi morbosa (está aprendiendo japonés, ni más ni menos), aprovechando también para indagar en los contrastes entre Oriente y Occidente y el carácter peculiar del País del Sol Naciente. Malenka avisó que, sin embargo y aunque aún no quiere decir mucho, ya está trabajando en una nueva intriga que tendrá como punto de partida un oscuro suceso criminal ocurrido en tierras asturianas cien años atrás. Entretanto, nos dejó con un más que sabio consejo para quienes quieran escribir: “Viajen y lean mucho”. Sobre todo, añadimos nosotros, lean mucho, que viajar es caro y el turismo ya no está de moda. Es broma: viajen todo lo que puedan, faltaría más, y cuanto más lejos, mejor.
Y seguimos con otra mujer de novela negra, pero, eso sí, ¡qué mujer! Todo un peso pesado en la historia de la literatura policíaca, de crimen y suspense, además de cultivar otras hierbas raras y arriesgadas. De mano de las Transgresoras que nunca pueden faltar en nuestra Carpa, la periodista y escritora Berna Gónzalez Harbour, bien conocida en la SN, donde consiguiera el premio Hammett en 2019, con su novela El sueño de la razón, procedió a glosar las muchas y verdaderas virtudes de Patricia Highsmith, sin duda, una figura fundamental en el género que, de hecho, transgredió constantemente sus límites y limitaciones, revolucionando por completo el panorama.
Personaje peculiar donde los haya, que se atrevió a publicar una novela sobre amores sáficos en 1952, Carol, eso sí, desde el más estricto anonimato para no ser encasillada como escritora lésbica y lesbiana, Highsmith fue experta creadora de tramas morbosas y perturbadoras, en los límites del suspense, el humor negro y la demolición de las relaciones familiares y de pareja, con personajes ambiguos, tortuosos pero perfectamente creíbles al tiempo que inquietantes. Gónzalez Harbour recordó su clásica novela de asesinatos intercambiados Extraños en un tren, convertida también en clásico del cine gracias a Alfred Hitchcock, quien contara para el guion de su película ni más ni menos que con Raymond Chandler. Una historia de crimen (casi) perfecto, construida con matemática precisión, que para la escritora española está a la altura del Edipo rey de Sófocles, con la que comparte, Freud mediante, su carácter edípico, misógino y trágico.
No podía terminar la charla sin nombrar al más recordado de sus transgresores personajes: el talentoso Mr. Ripley, víctima ahora de una serie televisiva que se ha equivocado de actor. Patricia Highsmith convirtió en héroe o, mejor dicho, en antihéroe de una saga de novelas de crimen no al detective, ni al policía, ni siquiera a un gánster o un fuera de la ley convencional, no. Ripley es un genuino asesino en serie, sociópata donde los haya, que mata por dinero y posición, sin moral ni escrúpulo alguno, aprovechándose de su belleza masculina, inteligencia, sofisticación y buen gusto. O sea: un hijo de puta encantador. Por eso el mejor Ripley de la pantalla, aunque traicionado al final de la película, siempre seguirá siendo el Alain Delon de A pleno sol (1960), de René Clement.
Dejamos por un rato el mundo de lo negro-criminal para entrar en una de las realidades más negras de una enfermedad cuyo nombre paraliza, espanta y aterroriza. Que, de hecho, “detiene el mundo”: el cáncer. Con la colaboración de la Universidad de Oviedo, la Carpa AQ tuvo ayer durante una hora la oportunidad de contar ni más ni menos que con la pareja compuesta por la Doctora Candelaria Gómez-Manzano, miembro regular del Departamento de neurooncología del Centro oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas, cuyo trabajo se centra en la búsqueda de cura para pacientes con gliomas malignos y metástasis cerebrales, y su esposo, el neurólogo, profesor, investigador, divulgador y escritor ovetense Juan Fueyo, autor del libro Cuando el mundo se detiene. Cáncer: del mito a la esperanza (Ediciones B). Juntos, este matrimonio español ha conmovido no sólo al medio científico y médico, sino al mundo entero, con el desarrollo en laboratorio de un virus modificado que desde 2023 se emplea en el tratamiento del cáncer cerebral, y que viene a confirmar la posibilidad de nuevos tratamientos a través de la modificación genética, que pueden en el futuro llegar a sustituir los tratamientos agresivos con quimio y radioterapia, que tantos y a veces terribles efectos secundarios producen al enfermo.
Sin embargo, ayer estuvieron en AQ para, con su charla Cáncer y patriarcado, denunciar cómo el machismo sigue siendo una fuerza reaccionaria y peligrosa que contribuye a demonizar a las mujeres enfermas de cáncer, manteniendo todavía en pleno siglo XXI actitudes misóginas y desigualdades que influyen negativamente tanto el tratamiento de la enfermedad como en la recuperación posterior de sus víctimas e incluso en la investigación, donde se sigue marginando a la mujer en muchos aspectos fundamentales.
Aunque las imágenes tardaron un poquito en poder mostrarse, debido a fallos técnicos inesperados pero finalmente solucionados, Candelaria Gómez-Manzano y Juan Fueyo, apoyándose en testimonios de escritoras tan distintas como la intelectual Susan Sontag, la pionera feminista afroamericana Audre Lorde o la narradora underground, punk y radical Kathy Acker, fallecida de cáncer en 1997, manejando ejemplos tan sorprendentes como el best-seller de Jacqueline Susan El valle de las muñecas, donde una de sus protagonistas se suicida tras sufrir una mastectomía y comprobar cómo su marido la repudia, al mismo tiempo que informes médicos, estadísticas, estudios de revistas como Lancet y su propia experiencia personal como médicos e investigadores, pusieron sobre la mesa cómo la sociedad patriarcal sigue influyendo en la visión que de la mastectomía tiene la mayor parte de la población, marcando con su estigma a las mujeres que la sufren. Igualmente, hasta hace solo muy poco, los experimentos con cobayas se limitaban a utilizar ratones machos, sin preocuparse por las diferencias hormonales que influyen en la forma en que se manifiesta el cáncer en hombres o mujeres. Algo que, afortunadamente, ya ha cambiado.
Pese a que en los consejos administrativos de hospitales oncólogicos, laboratorios de investigación y revistas especializadas todavía la presencia de mujeres sigue siendo inferior a la masculina, poco a poco surgen mejoras, gracias a la sensibilización de la sociedad. Ahora, en todo grupo médico que se ocupa de una paciente de cáncer resulta obligada la presencia de al menos una doctora, única que puede realmente empatizar y comprender a la paciente en sus aspectos femeninos íntimos. La Doctora Gómez-Manzano leyó varios dolorosos testimonios de mujeres enfermas de cáncer, reflejando sus problemas no solo de salud, sino económicos, de trato personal, abandono por parte de amigos y parejas y, no menos importante, percepción de su propio cuerpo y personalidad.
Por su parte, Juan Fueyo señaló cómo también los tipos de cáncer que menos se investigan son aquellos que, no por casualidad, sufren minorías desfavorecidas como las mujeres negras y las clases más necesitadas. O cómo, aunque en Occidente el acceso a la información y la salud pública para las mujeres esta prácticamente garantizado, en aquellos países donde existen gobiernos teocráticos (¿hace falta nombrarlos?) la situación es muy distinta y absolutamente perjudicial para la mujer. Vamos, que queda mucho por hacer.
En otro orden de cosas, tampoco la cultura del optimismo forzado y la autoayuda son de utilidad alguna. Fueyo dejó muy claro que los tratamientos alternativos, la acupuntura, la homeopatía y, nunca mejor dicho, otras hierbas, jamás funcionan por sí solos, si no van acompañados de tratamientos médicos eficaces, por duros que sean. La espiritualidad puede servir de refugio, pero nunca de cura: sin radio o quimioterapia, sin medicamentos y paliativos, ya puedes rezar a los 21 nombres de Dios que lo más probable es que te reúnas muy pronto con él. También conviene olvidarse de la retórica militar y heroica que suele acompañar en los medios a quienes sufren de cáncer, especialmente si son famosos: no existen héroes ni luchadores del cáncer. Existen personas que responden bien al tratamiento y otras que responden mal. Unos sobreviven y otros no, pero no son héroes ni villanos, sino solo enfermos que merecen el mejor de los tratamientos posibles todos por igual.
Sin embargo, la apasionante y apasionada exposición de Candelaria Gómez-Manzano y Juan Fueyo concluyó abierta a la esperanza. No solo cada vez se consiguen mayores progresos en el tratamiento igualitario de las mujeres, su acceso a la información y la formación, el descubrimiento de alimentos o sustancias causantes de cáncer (ojito con el talco y, sobre todo, con los maquillajes. Ya lo decía la canción: “niña, no te pintes tanto, que me das espanto”), en las mejoras de la cirugía reconstructiva para las mujeres que pierden uno o los dos pechos y otros derechos directa o indirectamente relacionados con la enfermedad, como el derecho a la eutanasia y una muerte digna. También, como el trabajo de ambos ha demostrado, es posible que en un futuro no muy lejano el desarrollo de virus que fortalezcan el sistema inmunológico y la combinación de inmunoterapia y biogenética, consigan reducir drásticamente la necesidad de recurrir a tratamientos agresivos con quimio o radioterapia, evitando sus efectos más devastadores y acercándonos a que el cáncer sea lo que, en realidad, ya es, pese a lo que el patriarcado, la prensa sensacionalista o los medios mal informados quieran transmitir: una enfermedad más.
Pronto, se volvieron a encauzar las aguas negras de AQ con el gozoso redescubrimiento de los crímenes más ilustres y menos ilustrados de la España del siglo XVIII y XIX, gracias al apasionante e impecable trabajo de Rebeca Martín, doctora en Filología Española y profesora de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona, quien sin embargo, a la chita callando y por fortuna, tiene también otras aficiones concomitantes pera bastante más inquietantes: el amor por el crimen verdadero (true crime, que dicen los anglos). Algo que ha venido a demostrar con un estupendo, profuso y nada confuso ensayo que con el título de Crímenes pregonados (Contraseña) repasa cinco casos o mejor dicho “causas célebres” que tuvieron lugar en nuestro país entre 1770 y 1892.
Siguiendo el hilo (de cordel) de una tradición que se remonta a los Calendarios de Newgate británicos, los romances populares y las coplas de ciego, Rebeca, con su aspecto angelical, confiesa que siempre ha sentido fascinación por el crimen real, sus circunstancias y protagonistas. Interés que se remonta, como supo sonsacar su elogioso y no menos erudito presentador, Miguel Barrero (alias “el nuevo jefe de todo esto”), a cuando tenía entre nueve y diez años y vio por la tele al encantador Mark Harmon interpretar en el telefilme Deliberadamente extraño (The Deliberate Stranger, 1986), de Marvin J. Chomsky (sin relación con Noah, que se sepa), al asesino en serie, psicópata, violador y un poquito caníbal Ted Bundy, quien utilizaba el miserable truco de llevar un brazo falsamente escayolado, para así conseguir la solícita atención de alguna ingenua muchacha que le ayudara a entrar en su furgoneta… donde pasaba a golpearla con el miembro en escayola, llevándosela consigo para asesinarla con sádicas calma y delectación. Desde entonces, cuando Rebeca ve alguien con una escayola, sale corriendo en la dirección opuesta. Pero, también desde entonces, se haya bajo el hechizo del crimen real.
Ojo, no estamos hablando aquí, como sugirió también en cierto momento Barrero, ante un trabajo de ficción más o menos novelesca. Rebeca Martín, como historiadora y filóloga que es, aprovecha el marco incomparable de cinco bien distintos casos históricos de asesinato, para indagar en el contexto social y cultural de cada uno de ellos. Desfilan por su libro las colonias españolas, la trata de esclavos, la primera vez que se acuñó y utilizó el término “crimen pasional” (para disculparlo, ni más ni menos), los componentes legendarios, folclóricos y literarios que rodean cada causa y caso, y, por supuesto, la personalidad de los asesinos, pero también la de sus víctimas, esas, tantas veces olvidadas por el morbo que despiertan sus ejecutores.
Aunque pasan por sus páginas hechos criminales tan famosos como “El crimen de la calle Fuencarral” (que provocó ya un buen número de lo que hoy llamaríamos teorías conspiranoicas) o el caso de Manuel Blanco Romasanta, el lobisome gallego cuya historia e histeria asesina ha sido varias veces llevada a la pantalla (la mejor por Pedro Olea en El bosque del lobo, según la novela de Martínez Barbeito y con un López Vázquez en estado de licantrópica gracia), su autora siente particular predilección por la historia de Juan Luna Novicio, pintor historicista hispano-filipino, favorito de la alta sociedad, amigo de Mariano Benlliure, alumno aventajado de la Academia de las Artes de San Fernando y miembro de la logia masónica La Solidaridad, quien en un supuesto ataque de celos (el famoso e infame “crimen pasional”) apioló a tiros en su domicilio de París, el 23 de septiembre de 1892 y en presencia de su hijo Andrés, a su esposa y su suegra, tras haber herido a uno de sus cuñados. El juicio que siguió haría época, llenando de santa indignación ni más ni menos que a Doña Emilia Pardo Bazán. ¿Quieren saber por qué y qué pasó después? Pues lean Crímenes pregonados, mejor que una novela y atípico ejemplo de crónica negra en retrospectiva, escrito con rigor, pero también con estilo y gracia por Rebeca Martín, quien, por cierto, ni negó ni afirmó el que algún día se pueda animar a entrar de lleno en la ficción noir. Nosotros, con que siga desgranando libros de sangre como este, nos conformamos.
Y como ya estábamos lanzados al crimen, el asesinato considerado como lo que sea, una de las bellas artes o una barbaridad, además de a eso que tanto inquieta pero tanto nos gusta que es la fascinación por el Mal, la jornada no podía sino acabar en clave todavía más negra. La periodista, escritora y poeta Carolina Sarmiento ofició muy bien oficiada de introductora para el hispano-argentino Pernando Gaztelu, prolífico autor de relatos con querencias fantásticas y de ciencia ficción, que acaba de publicar su segunda novela, que nos vino a presentar: Sangre culpable (Bohodón), confesión en primera persona de un asesino enfermo de cáncer (lástima que no viniera a la charla de Candelaria Gómez y Juan Fueyo…), que se deleita con los detalles más sangrientos y macabros de sus crímenes.
Según Gaztelu confesó, todo comenzó cuando decidió escribir una serie de relatos violentos y sanguinarios en sus redes sociales, pero firmados con el seudónimo de Salieri (por algo sería), para ver qué tal les iba y porque, vamos: que le apetecía darnos a todos un baño de goremanía. Para su sorpresa (a nosotros aquí nos sorprende poco, que ya sabemos de que pie cojeamos todos), resultó que Salieri tenía más éxito que Gaztelu, así que al final decidió reunir las historias y con ellas conformar esta Sangre culpable a mayor gloria de su sádico y amoral protagonista.
En fin, aunque la novela tiene final sorpresa, que no les vamos a revelar, lo que no sorprendió a nadie es que, mientras las gotas de lluvia caían sobre nuestras cabeza y España ganaba a Francia en las semifinales (ya les podíamos ganar en otra cosa que no fuera el fútbol), también finalizó una jornada oscura y negra, muy negra, del Espacio AQ, pero también una jornada llena, muy llena, de buena gente y mejor literatura. ¿O fue al revés?