Espacio AQ
Jesús Palacios y Rakel Suárez
2023-07-13
Bajo un cielo oscuro y aparentemente amenazador pero, en realidad, bastante amable y educado con la Semana, que dejó transcurrir la tarde sin apenas una gota de lluvia, tuvo lugar una tranquila pero amena jornada en el Espacio AQ. Se inició con un recorrido casi diríamos psicohistórico por uno de los centros de la arqueología industrial asturiana más fascinantes: el poblado o ciudad modelo construido por ENSIDESA en el barrio avilesino de Llaranes, para dar cobijo a sus trabajadores y a sus familias, en el entorno próximo a sus puestos laborales. Presentado por Natalia Tielve García, profesora especializada en arquitectura contemporánea y patrimonio industrial de la Universidad de Oviedo, dentro de cuyas actividades en la Semana se enmarcaba también esta charla bajo el título de Entre la autarquía y la modernidad: urbanismo y arquitectura en el poblado de Llaranes en Avilés, el investigador Rubén Domínguez Rodríguez, entre otras muchas cosas intérprete, precisamente, del patrimonio del poblado obrero de Llaranes, experto en gestión y uso turístico del patrimonio industrial y minero y codirector de la revista Alfoz, guio a los asistentes, apoyado por una serie de imágenes ad hoc, por la historia y las entrañas de este Poblado, ideado a instancias de ENSIDESA y del Instituto Nacional de Industria (INI), y construido siguiendo el proyecto de los arquitectos Juan Manuel Cárdenas Rodríguez y Francisco Goicochea Agustí. Un diseño inspirado en el movimiento urbanístico de la ciudad-jardín, fundado por Sir Ebenezer Howard a principios del siglo XX, combinando edificios residenciales situados en núcleos diferentes, definidos por la posición jerárquica de sus inquilinos, con zonas de uso comunales y amplios espacios ajardinados, que son una de sus principales señas de identidad. Característico del paternalismo franquista, los obreros residían principalmente en bloques de edificios construidos en torno a patios o pabellones, en pisos de sesenta metros cuadrados, mientras capataces, cargos intermedios e ingenieros residían a su vez en poblados adyacentes, más elevados o incluso construidos en el centro de Avilés. Tras su decadencia y abandono debido a la privatización de ENSIDESA, el poblado fue cedido al Ayuntamiento avilesino, convirtiéndose en un barrio más de la ciudad. Sin embargo, el peligro de deterioro y abandono de muchos de sus edificios ha llevado a que en los últimos años, en parte gracias a la labor del propio Rubén Domínguez, se hayan llevado a cabo obras de restauración y acondicionamiento, justas y necesarias para garantizar la conservación de un ejemplo excepcional de este tipo de poblado industrial, convirtiéndolo también en punto de interés turístico y cultural destacado, fundamental para entender el modelo no solo urbanístico y arquitectónico, sino también social, empresarial e industrial del franquismo, con sus coincidencias y diferencias respecto a otros modelos utopistas propios de la modernidad.
A continuación, dejamos la historia, al menos de momento, para adentrarnos en la novela, por supuesto negra. Su Señoría José Manuel Estébanez acompañó e introdujo a la escritora May R. Ayamonte, a la que ya presentara en su día en la Semana con su anterior obra, quien se trajo consigo su más reciente novela, Las aguas sagradas (Contraluz). En ella volvemos a encontrarnos con su personaje favorito, la periodista de investigación granadina Jimena Cruz, traumatizada protagonista de Las niñas salvajes (Contraluz), que se tropieza con un nuevo cadáver a orillas del río Darro. Jimena aceptará colaborar con la investigación policial, pero al frente de su propio equipo, formado por una joven historiadora, Fátima, y por un criminólogo entusiasta, Gari. Pero las cosas se precipitan cuando una serie de pancartas aparecen por la ciudad anunciando con juegos de palabras cómo morirá la siguiente víctima. De repente, la investigación se convierte en una carrera contra el tiempo por impedir el próximo crimen, si pueden, claro.
Y de los asesinatos en serie al complejo mundo del espionaje, el tráfico de drogas, el blanqueo de capitales y las tensiones diplomáticas en… ¡Gibraltar! Sin menear el trasero del estrado de AQ, José Manuel Estébanez pasó a presentarnos El sueño del cíclope (Siruela), del periodista, escritor y reportero internacional gaditano Jerónimo Andreu. Una compleja aventura protagonizada por Joseph Sánchez, un hombre entre dos mundos, expolicía gibraltareño reclutado por el Servicio Secreto británico, puesto al frente de una delicada y peligrosa misión: desmontar el entramado económico de la pujante mafia moldava antes de que se convierta en un poderoso enemigo. Moviéndose como pez en el agua tanto en antros de traficantes de hachís como en los despachos de los más corruptos abogados, con la ayuda de un peculiar equipo encabezado por el borrachuzo Hawthorne y el joyero judío Abraham, el cínico pero nunca amoral Sánchez, ex alcohólico siempre al borde de la recaída, homosexual perseguido por sus propios demonios, pondrá en juego todas sus camaleónicas habilidades para lograr su objetivo, conservando el pellejo, en una novela que, como señaló Estébanez, es un raro ejemplo de intriga internacional y de espionaje en nuestra literatura negra, poco dada a seguir las huellas de Fleming, Le Carré o Len Deighton.
De forma puede que no del todo casual, puede que sí, pasamos del escenario de Gibraltar, una de las últimas colonias en el mundo occidental, al de las islas Malvinas, otro incluso más doloroso y descarado ejemplo del imperialismo británico actual. Fue con la presentación del libro Arde aún sobre los años (Ilíada), reedición de este clásico publicado por vez primera en 1985, del escritor, columnista y abogado cordobés, pero de Córdoba (Argentina), Fernando López, organizador de 2014 a 2019 del Encuentro internacional de literatura negra y policial Córdoba Mata, presentado por el también escritor, profesor, académico, ensayista y autor teatral colombiano Gustavo Forero. Arde aún sobre los años, que toma su título de un fragmento del Canto general de Pablo Neruda, fue en su momento uno de los libros que de forma más directa y sin contemplaciones abordó la tragedia de la guerra de las Malvinas, cuando en 1982 Inglaterra respondió bélica y violentamente, reconquistando dichas islas de manos del ejército argentino ante la mirada cómplice del resto del mundo. A través de un grupo de amigos adolescentes, realizadores cinematográficos aficionados, la mayoría de los cuales se libra de entrar en combate, López va mucho más allá, haciendo crónica también de los años finales de la dictadura y del paso esforzado y esperanzado de Argentina a la democracia, que en tantos aspectos resultaría después tan decepcionante como necesario. Forero comparó el conflicto en las Malvinas con la actual guerra de Ucrania, señalando cómo siguen existiendo agresiones imperialistas en nuestros días (López explicó a su vez que el único interés de Inglaterra en las Malvinas está en su proximidad con la Antártida), así como el hecho de que estamos ante una novela muy política, pero escrita también con especial sensibilidad y lirismo. Suerte de bildungsroman moderno, aunque Forero apreció influencias de Henry Miller en su estilo, López recalcó que en los años de su escritura original se sentía sobre todo deslumbrado por el García Márquez de Cien años de soledad, mientras después, ante la oportunidad de reescribir el libro en cierta medida, fue consciente también de la influencia del Javier Marías de Mañana en la batalla piensa en mí, así como de la omnipresente de Juan Carlos Onetti, tanto en sus novelas como en sus relatos cortos, de entre los que nos deleitó con la lectura del impactante «El esqueleto de un niño», metáfora descarnada, nunca mejor dicho, de la trágica protesta de las Madres de la Plaza de Mayo. Aunque ayer aún no habían llegado ejemplares de su novela, hoy Fernando López estará firmando ejemplares Arde aún sobre los años en el stand de La buena letra. No dejen de pasarse.
Con la carpa llena hasta casi reventar, prosiguieron la política, la historia y la reivindicación en el Espacio AQ, ahora con la militante presentación del libro Lucha de clases, franquismo y democracia (Akal), del historiador, activista y exdiputado del Parlamento de Cataluña por En Comú-Podem Xavier Domènech. Introducido por el también historiador y activista asturiano Diego Díaz Alonso, actual director del diario digital Nortes, para el que volvió a solicitar con gracia e insistencia el apoyo de sus lectores a través de la suscripción anual, siguiendo el ejemplo de Lola Flores, Domènech, en un auténtico tour de force por sintetizar más de trescientas profusas, detalladas y prolijas páginas, explicó que su intención como historiador ha sido poner el foco de la resistencia antifranquista no en los partidos políticos en la clandestinidad, la lucha sindical o la universitaria, que también aparecen reflejadas en el libro, por supuesto, sino en la participación decisiva de la clase obrera y trabajadora, cuyos múltiples sacrificios a lo largo de cuarenta años de huelgas, manifestaciones, actividades y enfrentamientos que dejaron cientos de encarcelados, torturados y muertos tras de sí fueron esenciales para evitar que el franquismo se consolidara como proyecto de futuro tras la muerte del caudillo, haciendo también del periodo que va de 1939 a 1979 el más convulso y conflictivo de la historia de España, sino de Europa. El planteamiento del libro es, ante todo, el de la lucha de clases, la complicidad de la clase empresarial con el proyecto franquista, esencialmente una utopía capitalista y clasista de estado, rompiendo mitos sobre la dictablanda o el Spain is different de Fraga Iribarne, para mostrar cómo el de Franco fue uno de los más brutales y represivos totalitarismos de la historia reciente, según sus propias palabras, mucho más que las dictaduras de Hitler o Mussolini (aquí, quizá llevado por el entusiasmo obvió considerar que la de Franco tuvo, por desgracia para nosotros, mucho más tiempo para significarse, ya que duró el doble que la de Mussolini y el triple que la de Hitler, e incluso diez años más que la de Stalin). Sea como fuere, sin minusvalorar otras perspectivas históricas, Domènech no dudó en aseverar, por activa y por pasiva, que «el corazón del antifranquismo fueron las clases populares», así como el hecho de que la Transición resultó «tanto una victoria como una derrota» que ha marcado nuestro dudoso presente actual, ya que «todos somos hijos e hijas de ese pasado» (aplausos). De ahí se pasó a tremenda cola para su firma, mientras Diego Díaz recordaba a los asistentes que no se lo gastaran todo en libros y pensaran también en Nortes.
Volvieron después a la palestra el argentino Fernando López y el colombiano errante Gustavo Forero, creador del ya desaparecido festival literario Medellín Negro, solo que ahora intercambiando posiciones. López presentó con justificados elogios la nueva obra de Forero, A la intemperie (Ilíada), novela de aventuras, viajes y búsqueda de sentido al sinsentido de la existencia, con un algo de autobiográfico, ya que su autor, exiliado de Colombia, asume como su protagonista la condición de migrante eterno, hombre no sin atributos sino sin raíces, condición que parece estar convirtiéndose en la propia, a la fuerza, de la mayor parte de la población humana del planeta. Siguiendo en parte los pasos del gran Paul Bowles, que aparece también en la novela, el protagonista de A la intemperie deja su Colombia natal para, tras pasar por el alegre París, acabar recalando en Marruecos, Argelia y finalmente el Sáhara, donde increíblemente descubre que se encuentra como en casa: es decir, tan alienado, errante y perdido como siempre. Sólo hallará una suerte de identidad mística al descubrir el sufismo a través de los bailes tuareg, que despiertan en él los ritmos salseros de su patria, pero para conducirle a una trascendencia casi metafísica, prueba última de que vivimos en un mundo aleatorio y azaroso, donde, tesis principal de la filosofía de Forero, nos han vendido desde la Ilustración la idea de que existe un rígido proceso de causas y efectos, racional y racionalista, que no es sino un mero sofisma, pues, como es bien sabido, «el juego de dados no abolirá el azar» y, en palabras esta vez de Forero y no de Mallarmé: «hay que pensar el mundo sin una relación de causa y efecto fija». Del Amazonas al desierto saharaui, son mucho los temas, metáforas, meandros y afluentes que llevan al viajero en esta novela a reconocer su pertenencia eterna al camino, al viaje y no a destino alguno. Vivimos ya, según Forero, «en una sociedad de pueblos nómadas que caminan sin pertenecer a ningún sitio» y quizá sería mejor para el hombre del siglo XXI que aceptara esta realidad que le ha tocado y, como el protagonista de A la intemperie que «encuentra el sentido de su vida en el desarraigo», nos «dejáramos llevar por el viento, viviendo más libremente».
Finalizó la jornada con la presentación del libro Luis Sevilla, fotografías. 1980-1995 (Fundación Municipal de Cultura de Xixón, Archivo de Memoria Oral y Social), a cargo del profesor e historiador Rubén Vega (quien ha colaborado con un pequeño texto en el mismo) y de su autor. Hermoso libro que recopila buena parte del archivo tanto personal como profesional de este excelente fotoperiodista gijonés, que durante muchos años fuera fotógrafo de El Comercio. Actualmente jubilado, Sevilla explicó cómo ahora ha vuelto, en cierto modo, a esos mismos inicios como aficionado que recoge también el libro, y aunque ya no trabaja solo el blanco y negro y, por supuesto, ha cambiado las viejas cámaras tradicionales por las digitales, en realidad «me siguen emocionando las mismas cosas». Se trata de un libro formado tanto por fotos testimoniales y periodísticas como por otras personales y familiares, pero todas llenas de una misma emoción y pasión por recoger la realidad a través de su mirada. Mirada siempre «vinculada con la actualidad por lo que tiene que ver tanto con la memoria personal como colectiva». Se viene a cerrar así con su publicación todo un ciclo vital, marcado por la influencia de maestros de la fotografía como William Klein o Gonzalo Juanes, pero también y sobre todo por un singular espíritu testimonial, siempre comprometido con las causas sociales. Y con este pie de foto les dejamos.