Espacio AQ
2021-07-17
Jesús Palacios (con la colaboración de Rakel Suárez)
Se van agotando las horas (ya saben: todas hieren) y mientras nos acercamos al gran fin de fiesta el ánimo y las actividades no decaen. La jornada AQ comenzó ayer Tarada, es decir, con la novela del mismo título de la escritora, periodista y activista cultural asturiana Carolina Sarmiento, primorosamente como siempre editada por Pez de Plata (que ya publicara sus relatos Animales urticantes), con ilustraciones del siempre agradecido (más como artista gráfico que como jefe de todo esto) Ángel de la Calle, quien llegó a última hora para dejarnos tiesos con una de esas frases suyas que saca del magín como el mago su conejo del sombrero: «Porque hay libros que cierran puertas y libros que abren ventanas, y este es un libro que abre ventanas». Y por esa ventana se colaron la también periodista Toni Rodero y la propia autora para hablarnos con desparpajo de una historia irreverente, la de una joven autora premiada que huyendo de la farsa literaria (en pijama) inicia un loco periplo iniciático, en coche, bus, bicicleta y lo que se tercie, donde hay sitio para el asesinato, un perro desaparecido, persecuciones y encierros e incluso para algo parecido al amor. Una road novel para dejarse llevar con la protagonista, sin frenos ni marcha atrás.
El propio Ángel de la Calle se quedó un rato con nosotros, pero sólo lo justo, para presentar la siguiente actividad: una mesa redonda formada por los terroristas culturales y organizadores de eventos internacionales Mario Greco, Fritz Glockner, Raúl Mora y Bruno Arpaia, que dieron cada uno su visión de «¿Por qué organizar un festival cultural?», que más bien se convirtió en «Cómo organizar un festival cultural». De la Calle, como está liado con uno, hizo mutis por el foro y dejó a sus invitados que se moderaran a sí mismos, lo que hicieron con sobrado tino y experiencia. Fritz Glockner, veterano de mil semanas, curtido junto a Paco Taibo II, apoyó el concepto y precepto original de la SN de unir festival cultural con fiesta popular, siguiendo la Máxima de Taibo que reza: «Se puede llevar un churro en una mano y un libro en la otra», usando los atractivos del primero para costear el segundo y arrastrando al máximo público posible a la arena cultural. Mario Greco, si nuestro italiano aprendido viendo gialli y poliziottescos amén de leyendo fumetti neri no nos engaña, apuntó que si bien la fiesta puede ser bienvenida, esta no debe nunca anular o difuminar la identidad netamente cultural del evento, por lo que hay que ser cuidadosos en la fusión entre ambas cosas, para que no se convierta en confusión. Bruno Arpaia, en perfecto castellano que entendimos casi tan bien como el italiano de Greco, destacó las cualidades económicas en positivo de la cultura, atrayendo dinero, trabajo y beneficios económicos a las ciudades donde se celebran los eventos, pese a lo cual da la impresión de que fuera un lujo y además de izquierdas, cuando se trata de una inversión para todos, que el Estado y las instituciones deberían apoyar y sostener. Ante esto, Raúl Mora apuntó con tacto pero también con buen ojo que es mejor que instituciones oficiales se mantengan al margen de los eventos culturales, y que estos funcionen con la mayor autonomía posible, porque, de lo contrario, si se dejan en manos de políticos e intereses institucionales te puedes encontrar con una festival de ciencia ficción, como le ocurriera en Nantes, patria de Jules Verne, donde participaban más funcionarios del ejército que expertos en literatura de anticipación. A nosotros, la verdad, nos parece que todos tenían razón, y tomamos nota para armar un überfestival cultural insuperable, siguiendo sus consejos, por contradictorios que parezcan, todos juntos y a la vez.
Y para quienes no se crean eso de que en la SN todos hacemos de todo y algo más, ahora tengo que explicar de qué hablé yo mismo como moderador junto a unos invitados de lujo como la veterana maestra de la ciencia ficción y la novela (así, a lo grande) Elia Barceló y los dos finalistas del premio Celsius de este año, la venezolana Michelle Roche, autora de Malasangre (Anagrama), y Pablo Sebastiá Tirado, autor de La tetera de Russell (Reino de Cordelia). ¿Y de qué creen que hablamos con tan selecta pero obvia compañía? Pues de la simple y sencilla cuestión de ¿Qué es eso de la literatura fantástica? Y eso es, según Elia Barceló, el primer lenguaje literario que aprendió la humanidad: el mito, la leyenda y el cuento maravilloso, que siguen vivos y renovados en la múltiple naturaleza de la literatura fantástica actual. Para Michelle Roche, citando al maestro Piglia, se trata más que de literatura fantástica de literatura especulativa, es decir, aquella que desde la más sutil ambigüedad entre realidad y ficción hasta los mundos fantásticos de Tolkien permite reflexionar, ahondar, en las distintas realidades, incluidas las históricas y sociales, más profunda y libremente, en alas de la metáfora, como hace en su novela al utilizar el vampirismo como alegoría y símbolo tanto de la liberación de su protagonista oprimida por el patriarcado como de un país, Venezuela, que ha vivido siempre absorbiendo cual vampiro el petróleo que sostiene su sociedad, tantas veces tiránica o dictatorial. Por su parte, para Pablo Sebastiá Tirado lo fantástico no es algo que despreciar por irreal, absurdo o imaginario, pues basta vernos a todos con máscaras en la cara, en un mundo pandémico, cual avatares de Michael Jackson, para comprender que las cosas más locas que imaginan la ciencia ficción y la fantasía pueden hacerse realidad en cualquier momento. Y en fin, de muchas más cosas se habló, de García Márquez a Star Trek, de Nabokov a los zombis, pero lo único que añadiré es que todos estuvieron y estuvimos de acuerdo en que literatura fantástica es… Bueno, pues eso: literatura fantástica.
Me consuela, eso sí, que si quien suscribe y sus compañeros y compañeras de mesada no sacamos nada en claro respecto a qué demonios es la literatura fantástica, la siguiente mesa redonda (casi artúrica por histórica e historiada) no se puso de acuerdo ni en la premisa de su debate. El veterano Alfonso Mateo-Sagasta, que ha ganado más espartacos que nadie en España; la recién premiada Lucía Nuñez, que acaba de llevarse el suyo por El cocinero y la ostra (Reino de Cordelia); el también curtido semanero y autor consagrado tanto en el género negro como en el histórico Lorenzo Silva —que casi no llega, abducido por sus admiradores en la firma de su novela finalista al Hammett El mal de Corcira (Destino)—, moderados por el incombustible y flemático al tiempo Fermín Goñi, hablaron de La novela histórica en tiempos de zozobra, pero, ojo, a pesar de que Goñi citó a la mismísima RAE, no se pusieron de acuerdo ni tan siquiera en la zozobra. Mateo-Sagasta, ese erudito que no lo parece, afirmó con puntería certera que, en realidad, todos los tiempos son de zozobra (algo parecido y con igual sagacidad dijo Taibo II hace unos días de las crisis), y, es más, que esta zozobra actual de la Covid no tiene color (por lo menos amarillo) frente a la epidemia de fiebre que asoló Barcelona en 1823 y dio excusa a los franceses para apostar vigilantes a sus Cien Mil Hijos de San Luis, o a tantas otras similares, como la que casi se lleva la vida de Mesonero Romanos en 1835 en Madrid. Por citar algunas con sabor añejo. Vamos, que nos quejamos un poco de vicio: no hay época sin zozobra, ni desde luego sin novela histórica. Lucía Nuñez reconoció que pandemia y encierro anularon su capacidad de escribir, pero que a fin de levantar el ánimo aprovechó para leer a Primo Levi volviendo de Auschwitz, que siempre alegra. Lorenzo Silva reconoció que no podía quejarse, ya que de natural confinado para escribir, un par de meses más de encierro le vinieron muy bien para releer a Tucídides y Procopio, incluidas sus páginas dedicadas a las sendas pestes que asolaron Atenas y Bizancio, que le sirvieron para comprobar que eso de que «vamos a salir mejores de esta» no resiste la comparación con la crónica de Procopio y su conclusión de cómo todo el mundo, en cuanto hubo pasado la peste, volvió a los mismos vicios de los que había renegado durante la misma, prometiendo reformarse. Saltando por una historia que es constructo novelesco de los historiadores, como bien explica siempre Mateo-Sagasta, y no se sabe muy bien cómo ni por qué, acabaron los ponentes por pasar de la zozobra leve de una pandemia virulenta, a la mucho más profunda, duradera y con serias secuelas de una España y una Europa que deben reinventar su identidad histórica para el siglo XXI cuanto antes, renegando en nuestro caso del fracasado intento decimonónico de Modesto Lafuente por construir la identidad nacional en torno a Castilla y la Monarquía Católica Habsburgo, que tantos dolores y quebraderos de cabeza, revueltas y guerras civiles incluidas, nos ha traído, para construir otro relato histórico moderno que nos evite repetir los mismos trágicos errores. En fin, tema para otra mesa, sin duda, o para un congreso entero, pero siempre es mejor que zozobre que no que fafalte.
Afortunadamente, algo más liviana, aunque en tonos noir, terminó la jornada con la presentación de la excelente, violenta y al tiempo poética novela gráfica Tungsteno (La Cúpula), parte de cuyos originales, obra del brasileño Marcello Quintanilha, pueden verse en la estupenda exposición de 21 en el XXI. Cómic Noir del tercer milenio, que puede verse estos días en el Museo Barjola, y cuyo fabuloso catálogo será hoy repartido gratuitamente entre el público, para disfrute de todos los aficionados a la historieta más negra. Thriller y serie negra brasileña en estado impuro, situada en Salvador de Bahía, que algunos comparan ya con clásicos cinematográficos como Ciudad de Dios, Norman Fernández y Pepe Gálvez acompañaron a su autor, quien explicó haber elegido el título en función de ese metal cuyo punto de ebullición es el más alto de todos los elementos conocidos, o sea, hard boiled total. Una historia coral de violencia, crimen y corrupción, pero también de amor, en la que algunos de los personajes, como el del sargento retirado del ejército Ney, todo rencor, odio y resquemor, representan algunos de los peores aspectos de la sociedad brasileña actual, que con su nostalgia de la dictadura han propiciado el regreso de la extrema derecha al gobierno del país. Una joya del cómic noir actual, quizá el medio donde se encuentra a día de hoy el mejor género negrocriminal. Con esta rotunda reflexión les dejamos, hasta mañana, que nos vamos.