Jamones, un cura guerrillero, una perla, la jet set, una jueza y una reinvención
2021-07-12
Apretada tarde de presentaciones, como siempre, en la Carpa del Encuentro. Comenzó con la presentación de 5 jotas, de Paco Gómez Escribano, acompañado de José Ramón Gómez Cabezas. Una nueva novela cheli de este madrileño de Canillejas, en la que al Charli, un tipo duro con un pasado repleto de delitos y drogas y un presente sin futuro que compensa con alcohol y cigarrillos, le dan un soplo y, como en otras ocasiones, busca al Banderines, su antiguo colega y compinche, con idéntico pasado, pero con un cociente intelectual que le ha servido para ejercer de cerebro en otros golpes. «Gijón se ha convertido en una costumbre y no puedo estar un año sin visitarla, me inviten o no me inviten a la Semana Negra, y de momento me siguen invitando», comentó Escribano, para quien este nuevo libro ha supuesto un cierto reto en comparación con los anteriores. «Me la he tenido que currar bastante más en el sentido de documentarme un poquito sobre los sistemas de seguridad o el tema de los jamones. Hasta ahora, las novelas que yo había escrito no me había tenido que documentar, porque me llevo documentando toda mi vida, porque son de mi barrio», contó el autor.
Las 18:30 fue el turno de Mientras yo viva, Gaspar no morirá, de José María Álvarez Rodríguez, a quien acompañó Pedro Alberto Marcos en una presentación organizada con la colaboración de la Fundación Juan Muñiz Zapico. Un libro sobre Gaspar García Laviana, cura guerrillero de origen asturiano, fallecido en combate en Nicaragua mientras participaba en la guerrilla sandinista. El autor repasó la vida apasionante de Gaspar, figura venerada en el país en el que entregó su vida, y concluyó su presentación citando algunos elogios y entre ellos el de Ernesto Cardenal, otro ilustre sandinista, sacerdote y revolucionario, quien aseveraba que García Laviana «santo fue como sacerdote y santo también como guerrillero y además dio su vida por la liberación de Nicaragua, cumpliendo el mandamiento evangélico de dar la vida por los que uno ama».
A las 19:00, turno para Carmen Posadas y su La leyenda de la peregrina, que presentó acompañada por Juan Bolea: una novela sobre la perla más extraordinaria y famosa de todos los tiempos, procedente de las aguas del mar Caribe, que fue entregada a Felipe II, y desde entonces se convirtió en una de las joyas principales de la monarquía hispánica y pasó por herencia por el joyero de varias reinas hasta que, después de la Guerra de la Independencia, fue llevada a Francia. Posadas es, alabó Bolea, una «fabuladora de historias apasionantes; hay un toque Posadas, una manera de concebir la novela y también de escribir; el estilo de Carmen es muy fluido, una prosa literariamente de mucha calidad, pero de gran ligereza, de una gran frescura, como un manantial de agua fresca». Una prosa, eso sí, siempre documentadísima, y que en esta novela abarca quinientos años de episodios históricos sobre los que la autora demuestra un conocimiento profundo. La chispa de su escritura, relató Posadas, fue el pensamiento, al fallecer su madre y legarle un anillo con un zafiro que antes había formado parte de un colgante y antes de un broche, de que «las joyas están en contacto muy directo con las personas y presencian todo lo malo y todo lo bueno que les sucede». A través de una joya, podía contarse la historia de España.
A Posadas la sucedió en el uso de la Carpa del Encuentro el propio Bolea, autor junto con Patricia Artero de La noche azul, tercera entrega de la serie protagonizada por el detective Florián Falomir, ambientada en este caso en un mundo de familias adineradas, políticos, productores, guionistas y actores; y concretamente, en la exclusiva urbanización de Las Playetas de Oropesa, junto al Mediterráneo. Las dos entregas anteriores habían sido escritas en exclusiva por Bolea, pero, para esta, decidió contactar con Artero, residente en el lugar en el que transcurre la trama, y a quien el escritor aragonés encargó las localizaciones y determinados personajes. La serie de Falomir se ha ido consolidando ya como una exploración, expuso Bolea, de ese «diez por ciento de móviles misteriosos que complican la investigación policial», que en su restante noventa por ciento versa sobre crímenes poco sofisticados; un sota, caballo y rey de móviles amorosos o económicos. Falomir, explicó el autor, «se va a enfrentar siempre a casos extraordinariamente complejos en su resolución».
A las 20:00, Bolea dio paso (y presentó) a Cristina Higueras y su Soy tu mirada, una novela con esta sugestiva sinopsis: «¿Qué pasaría si solo conocieras sus ojos y sucumbieses a su mirada? ¿Y si esa mirada te empezase a seguir anticipándose a tus deseos, la encontrases en todas partes y la atracción inicial se convirtiera en la sensación de estar permanentemente bajo observación? ¿Quién se está adelantando a tus pensamientos, a tus movimientos? ¿Por qué lo hace? ¿Para qué? Junto a la irresistible fascinación que empiezas a sentir por quien está detrás de esos ojos y el desconcierto y la necesidad de resolver el misterio, empieza a crecer un miedo a lo desconocido que nunca antes habías sentido. Esta es la historia de Nora Salinas. Una respetada jueza con una vida aparentemente normal, pero con un pasado tenebroso que irrumpe en su presente». Higuera desgranó sus claves, y entre ellas, por ejemplo, «cómo las redes sociales y la tecnología han cambiado la forma de relacionarnos y el poder que tienen para transformar la realidad e incluso falsificarla».
La última presentación libresca de la tarde (antes de dar paso a una mesa redonda titulada Novela negra: ¿historias o personajes?, con Paco Gómez Escribano, Antonio Altarriba, Cristina Higueras y José Ramón Gómez Cabezas, moderada por Patricia Artero) corrió a cargo de otra vieja amiga de este festival, Rosa Montero, que presentó La buena suerte acompañada por Alejandro Gallo. Esta aclamada novela versa sobre un hombre que, huyendo de alguien, o tal vez de sí mismo, se refugia en Pozonegro, un antiguo y agonizante centro hullero por el que pasan trenes «que pueden ser salvación o condena, mientras los perseguidores estrechan el cerco». Suspense del bueno para una novela que versa, como es habitual en Montero, sobre redenciones y reinvenciones. «El ser humano», reflexionó la autora, «es un bicho de una tenacidad feroz, tremenda, lo podemos soportar todo o casi todo; yo he visto casos de personas completamente destruidas, como un moco pegado en el suelo, y que sin embargo se levantan y son capaces, con mutilaciones reales o metafóricas, de construir una nueva vida incluso mejor que la perdida».