Espacio AQ
2021-07-11
Jesús Palacios (con la colaboración de Rakel Suárez)
¡Libertad! Así, con este grito tan antiguo como la propia humanidad, empezó la jornada semanera para el Espacio AQ, ayer a las seis de la tarde. Bueno, en realidad empezó con la palabra «¡albricias!», favorita de José Ramón Alarcón, editor, activista cultural y cerebro tras la revista Makma, quien ofició de presentador para el nuevo libro de Javier Valenzuela El bien más preciado (Makma), que reúne un buen número de artículos y ensayos, obra del veterano periodista y escritor, quien con voz grave y profunda, digna de Darth Vader, producto carismático de una reciente operación, glosó con energía y entusiasmo el ideario liberal y libertario que vertebra todo el volumen. Poniendo bien firme al personal, Valenzuela marcó diferencias con el uso y abuso del término libertad, del que han hecho reciente bandera quienes menos deberían, con un historial de oposición a libertades individuales tan imprescindibles como el derecho al aborto, a una muerte digna o (aplausos) a la legalización de la marihuana, trazando las raíces de su filosofía personal hasta las luchas de Espartaco contra Roma, de la Reforma contra el papismo, la Ilustración contra el absolutismo o la Revolución americana y su declaración de los Derechos del Hombre, incluido el de la irrenunciable búsqueda de la felicidad. Denunciando el liberticidio, retrotrayéndose a Epicuro y a Nietzsche, anteponiendo Bakunin a Marx y Camus a Sartre, Valenzuela terminó su épica defensa del liberalismo bien entendido y de la tradición anarquista libertaria (bombas aparte) invocando el espíritu de los locos años veinte del siglo pasado, encarnados en el charleston, Josephine Baker y Coco Chanel, como ejemplo a seguir en los pospandémicos 2020, a riesgo de perder no solo la libertad, sino la alegría de vivir. Y, por supuesto, seguiremos su sabio consejo… ¡albricias!
A continuación, la periodista María Gómez dio la primera pincelada negra a la tarde con la presentación de la que es, también, su primera novela: Odio en las manos (Suma), un thriller psicológico de tintes hitchcockianos ya desde su portada, homenaje al Saul Bass de los títulos de crédito de Vértigo, que traslada el conflicto moral de Yo confieso al gabinete de la psicóloga Ana García de la Serna, enfrentada a su paciente y agente de la Policía Nacional, Rosario Jiménez, quien le revela en su consulta, amparada por el secreto profesional entre médico y paciente, que está a punto de cometer un crimen… Bajo el amable tercer grado al que fue sometida por su presentadora, Verónica García Peña, la entusiasta y simpática autora, novel en estas lides novelescas ya que no en otras periodísticas y audiovisuales, desveló detalles carcelarios, psicopáticos y personales de una enrevesada intriga con personajes femeninos potentes, zonas de sombra entre el bien y el mal, sorpresas y hasta la posibilidad de nuevas futuras entregas de alguno de sus personajes principales. Ojalá, y así repita también ella en la Semana, que ganas no le faltan.
De la novela negra a la negra realidad política, eso sí, entreverada también con la literatura como ilustración de la teoría política y viceversa. Con el título de Literatura y política tras el 15M, el profesor de literatura española en la Universidad Autónoma de Madrid, David Becerra Mayor, reconocido autor ya de un buen puñado de libros sobre las relaciones entre literatura y política, trató de convencernos de que la revolución del 15M no solo había conseguido el milagro de politizar a la población y especialmente a la juventud, devolviendo a la vida el discurso político, sino también la literatura, que necesariamente ha de reflejar la lucha contra un viejo fantasma que recorre Europa con nuevos ropajes de emperador invisible. Porque el capitalismo es hoy omnipresente, se aparece bajo el disfraz de la modernidad y se nos presenta como inevitable e inasible, sus efectos independientes de causa exterior o superior alguna, dejando recaer la responsabilidad del fracaso (o del éxito) de la sociedad en el individuo, sin reconocer ni mostrar los mecanismos que siguen ahondando el abismo de las diferencias de clase, la precariedad laboral y la injusticia social. Poniendo como ejemplo el discurso narrativo de películas como Regreso al futuro, citando a Woody Allen y remitiendo a libros y novelas como Acceso no autorizado, de Belén Gopegui, La habitación oscura de Isaac Rosa o Democracia de Pablo Gutiérrez, David Becerra Mayor abogó por una literatura en abierta lucha por mostrar el nuevo capitalismo y desnudarlo, señalando las verdaderas causas de su aparente triunfo y articulando un nuevo discurso marxista adecuado a nuestro tiempo. Lo cierto es que después de escucharle, nos quedamos un poco inquietos recordando (mal) la cita de Woody Allen: «Dios ha muerto, Marx ha muerto y nosotros tampoco nos encontramos muy bien».
Y del capitalismo de hogaño al imperialismo de antaño, y nada más y nada menos que con Hernán Cortés. Acompañado y muy bien acompañado por Rafa González y José Manuel Estébanez, mercenarios curtidos en las conquistas semaneras a lo largo de los siglos, José Luis Muñoz presentó su novela El centro del mundo (Almuzara), nueva y épica evocación de la conquista de México por Cortés y sus magras tropas, narrada paralelamente a través del viaje implacable del conquistador hacia Tenochtitlán y de las cuitas y temores de Moctezuma ante las noticias del ejército invasor. Destacando el papel de Malinche y mostrando las dos caras de la moneda, Muñoz comentó el duro proceso de investigación que le llevó hasta México y a rechazar la clásica versión oficial de la historia, para indagar profundamente en la cultura azteca, aunque ante todo y sobre todo, insistió, se trató siempre de crear una novela de aventuras, llena de épica y romance, que se las tiene que ver con clásicos como los de László Passuth, Salvador de Madariaga o Samuel Shellabarger. Épica compañía, sin duda.
Llegado entonces fue ya el tiempo de las Transgresoras, de la mano de Dulce Gallego, veterana activista del feminismo español, asturiano y sin fronteras, quien nos ilustró con profusión de datos, severidad profesoral y admiración sin límites sobre la personalidad fascinante de Sylvia Pankhurst (1858-1928). Pionera británica del feminismo y adalid sufragista, Sylvia unió a sus inquietudes por la liberación de la mujer una militancia socialista totalmente comprometida, plena de profunda preocupación por los más pobres y desamparados, así como una actitud rotundamente antiimperialista, antimilitarista, pacifista y libertaria, que la llevaría incluso a enfrentarse y separarse de su familia y de la potente Unión Social y Política de las Mujeres, que fundaran, entre otras, su propia madre y hermana. Personaje complejo y lleno de pasión, artista y defensora de causas humanitarias a lo largo y ancho del mundo (conoció a los principales líderes comunistas y socialistas rusos, defendió la causa de la República durante la guerra civil española y acabó sus días como amiga personal y consejera del emperador Haile Selassie en Etiopía), hubiera hecho falta una tarde entera (si no varias) para ilustrar su apasionante vida y milagros, por lo que Dulce Gallego recomendó a los asistentes la lectura del libro Sylvia Pankhurst: sufragista y socialista (Almud), de Eva Palomo Cermeño, cuya editora se hallaba también a la mesa.
Y mesa quizá no tan redonda, pero mucho más nutrida fue la que puso negra guinda final a la primera jornada semanera de la Carpa de AQ. Ni más ni menos que cinco autores y autoras se sentaron para debatir o, más bien, para charlar, sobre los caminos de la literatura negra española de ayer, de hoy y… ¿de siempre? Moderados por el veterano José Luis Muñoz, los no menos veteranos Andreu Martín, Juan Bolea, y las no tan veteranas pero contundentes Lluna Vicens y, de nuevo, María Gómez, presentaron por turno de antigüedad sus nuevas obras, rememorando primeras lecturas y esbozando futuras perspectivas. De todo ello nos quedó claro que saben más los viejos novelistas por novelistas que por viejos, así como que hay novela negra que es policíaca y criminal y otra que no tanto. Andreu Martín, Juan Bolea y José Luis Muñoz todavía creen, gracias a Hammett, en la intriga, la trama, el humor y el placer del crimen considerado como una de las negras artes, mientras que las damas del negro actual, a juzgar por lo oído, prefieren antes erizarnos el vello con la sordidez de la negra realidad y la injusticia social, que a veces pierden, y esto es ya subjetiva opinión de su poco humilde servidor, la perspectiva, alejándose del género novelesco en sentido estricto, para aproximarse a territorios anejos pero ajenos como la crónica negra periodística, la auto-ficción o el drama social y moral, justo y necesario pero no policial y literario.