¿Qué hace un autor como Unamuno en un sitio como la Semana Negra?
Luis García Jambrina
2021-07-10
Los últimos meses de la vida de Unamuno y, especialmente, las circunstancias que rodearon su muerte son dignos de una novela negra o de un thriller histórico, lo que, una vez más, viene a demostrar que en este género la realidad puede superar con creces la mejor ficción. En La doble muerte de Unamuno, publicado por la editorial Capitán Swing, el director de cine Manuel Menchón y yo hemos tratado de indagar en los enigmas, lagunas y oscuridades relacionadas con este espinoso y apasionante asunto. El resultado es una pesquisa casi detectivesca llena de sorpresas, giros narrativos, misterios, intrigas, ambigüedades… Formalmente este ensayo es un cruce de narración y reflexión, crónica y recreación literaria en torno a una de las figuras más controvertidas y fascinantes de la España reciente. Para ello, nos hemos basado en múltiples testimonios, declaraciones y documentos de todo tipo, muchos de ellos poco conocidos o utilizados. Y el punto de partida ha sido la película documental Palabras para un fin del mundo, escrita y dirigida por Manuel Menchón, y la exhaustiva investigación previa realizada por este, que luego ha sido convenientemente ampliada y aquilatada con el fin de profundizar en los diferentes aspectos.
Vivimos tiempos de posverdad en los que parece que la búsqueda de la verdad se ha vuelto una quimera y, por lo tanto, ya no interesa a nadie o más bien carece de sentido y lo único que, por lo visto, importa es fraguar una narrativa poderosa y convincente o al menos que sea plausible e imponerla de forma seductora a los demás. Nosotros no hemos querido construir un relato alternativo, sino más bien un contrarrelato. Tampoco pretendemos ofrecer la verdad; el objetivo es desmontar y desenmascarar lo que aquí hemos llamado la versión oficial, no para sustituirla por otra, sino para intentar desenterrar y recuperar la memoria de la muerte de don Miguel hasta donde sea posible. Más que defender una hipótesis o buscar una síntesis, lo que planteamos es una antítesis, algo, por lo demás, muy unamuniano. Se trata, en última instancia, de provocar el debate y la reflexión desapasionada sobre un asunto polémico, como casi todo lo que tiene que ver con este gran intelectual, que lo arriesgó todo en infinidad de ocasiones por defender la libertad. Con ello hemos querido hacer nuestra la principal divisa de Unamuno: «Primero la verdad que la paz».
El detonante de todo esto fue el incidente que se produjo el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, su célebre enfrentamiento con el fundador de la Legión, del que ofrecemos una testimonio muy fidedigno en el libro. Para Unamuno, Millán Astray representaba por diversas razones todo lo que él más despreciaba, y, por lo general, no se molestaba en ocultarlo. Y algo muy parecido cabe decir de don Miguel con respecto al fundador de la Legión, lo que había dado lugar a ciertas rencillas y desavenencias. De ahí que estuvieran condenados a enfrentarse, ya fuera por una cosa o por otra, en Salamanca en esos últimos meses de 1936. Ya algunos años antes del incidente del paraninfo, en el Ateneo de Madrid, Unamuno había llamado a los legionarios nada menos que «cortacabezas y hampones» y otras cosas más y eso era algo que el fundador de la Legión no había olvidado. Tampoco el 12 de octubre era la primera vez que Millán Astray arremetía públicamente contra los que él consideraba malos intelectuales o intelectuales traidores. Estaban, pues, condenados a enfrentarse en Salamanca en plena guerra civil.
Después de lo sucedido el 12 de octubre, Unamuno fue consciente de los riesgos que corría. Había precedentes inmediatos de cómo habían acabado algunos amigos y conocidos suyos, tanto en Salamanca como en otros sitios. Sabía, por ejemplo, lo que le había pasado a Lorca, una muerte que él lamentó mucho. Así que se esperaba que cualquier día los sublevados lo fusilaran. Si no lo hicieron fue porque no les convenía desde el punto de vista propagandístico, ya que estaban muy escarmentados con el caso de Lorca. Esto hizo que Unamuno se convirtiera en un problema, en una bomba de relojería que en cualquier momento podía estallar. De ahí que él estuviera convencido de que lo iban a asesinar en su propia casa. Eso lo vemos en varias cartas y escritos de los días y semanas previos a su muerte. Son comentarios estremecedores.
Unamuno murió en su casa el 31 de diciembre de 1936. La versión oficial de su muerte se construyó a partir de las declaraciones realizadas por el único testigo, un joven profesor falangista que había ido a visitarlo. Este relato se fue completando luego con nuevas declaraciones, aquí y allá, en las que añade algunos detalles. Pero en él se observan muchas lagunas, incoherencias y contradicciones. A esta versión oficial contribuyeron también, desde el primer momento, algunos escritores y periodistas del entorno de la oficina de Prensa y Propaganda de los sublevados, que tenía su sede en Salamanca y estaba dirigida en ese momento por Millán Astray. Este falso relato a fuerza de repetirlo se acabó convirtiendo con el tiempo en una verdad que luego nadie ha intentado desmontar ni cuestionar. Se trata, pues, de una gran manipulación, de una clara operación propagandística, casi de manual.
No era la primera vez que intentaban utilizar propagandísticamente a Unamuno. Hay que tener en cuenta que estamos hablando del escritor e intelectual más importante de su tiempo y del más conocido y respetado fuera de España, un autor que siempre ha suscitado controversias y levantado pasiones. De modo que fueron muchos los que pretendieron que apoyara sus causas o que se declararon discípulos suyos, sin serlo verdaderamente; tampoco Unamuno quería discípulos. De hecho, él nunca se dejó clasificar ni etiquetar. Era muy escurridizo. A veces se dejaba querer, eso sí. Pero enseguida ponía las cosas en su sitio. Él siempre fue un solitario, libre e independiente. Los falangistas tenían un empeño especial en que él los apadrinara. Pero Unamuno no estaba ni con los hunos ni menos aún con los hotros, los fascistas, como él escribía.
En el libro distinguimos entre lo que llamamos la muerte física o real y la muerte simbólica; de ahí el título de La doble muerte de Unamuno. En relación con las causas de la muerte física de Unamuno hemos contado con el asesoramiento de Francisco Etxeberria Gabilondo, médico especialista en Medicina Legal y Forense, uno de los más prestigiosos y reconocidos de España, que tuvo la amabilidad y la generosidad de contestar por escrito a las preguntas que le formulamos sobre el caso en un cuestionario. Según figura en el acta de defunción de Unamuno, la causa inmediata de la muerte fue una hemorragia bulbar. Pero esto solo podía haberse dictaminado con certeza si Unamuno hubiera estado vivo cuando llegó el médico y lo examinó. Sin embargo, todas las declaraciones de los testigos dan a entender que para entonces ya había fallecido. En ese caso, tal tipo de hemorragia solo podía haberse observado por medio de una autopsia. Pero esta no se llevó a cabo.
En todo caso, hay que decir que, al margen de como muriera en realidad, lo más grave en el caso de Unamuno es la muerte simbólica, que consiste en el secuestro, en primer lugar, de su cadáver y luego de su memoria, de su legado y de su figura y en el hecho de que los falangistas lo enterraran como un fascista, como uno de los suyos. Como consecuencia de todo ello, don Miguel quedó al final en una especie de purgatorio, considerado como un traidor por unos y por otros, lo que no quitaba para que los sublevados se sirvieran propagandísticamente de él en cuanto se les presentaba ocasión o escarnecieran su figura dándole, por ejemplo, su nombre a un campo de concentración de Madrid, en el distrito de Arganzuela. La mejor justicia, por tanto, que se le puede hacer a Unamuno es la recuperación total de su memoria y el esclarecimiento de la verdad hasta donde sea posible.
Y eso es todo lo que os puedo contar, pues no quiero destriparos el libro. Lo único que he pretendido es explicaros qué hace un autor como Unamuno en un sitio como la Semana Negra. Un saludo.